La agricultura juega un rol central en la alimentación y calidad de vida de la población. No obstante, los cultivos suelen afrontar amenazas continuas de hongos que afectan su calidad y salud. La forma de combatirlos es mediante el uso de fungicidas de última tecnología.
En todos los casos, los hongos son organismos diminutos que pueden llegar a dejar huellas catastróficas en la agricultura. Infectan plantaciones, se irradian mediante esporas y afectan las hojas, raíces, tallos y frutos. Este tipo de patógenos suelen inquietar la germinación de las semillas, la calidad de lo que se consume y la producción misma. Los fungicidas en la agricultura tienen un aspecto crucial en la protección de cultivos de frutas, hortalizas y cereales.
En todos los casos, los hongos son organismos diminutos que pueden llegar a dejar huellas catastróficas en la agricultura. Infectan plantaciones, se irradian mediante esporas y afectan las hojas, raíces, tallos y frutos. Este tipo de patógenos suelen inquietar la germinación de las semillas, la calidad de lo que se consume y la producción misma.
Qué son los fungicidas más potentes del mercado
Los fungicidas avanzados como los que ofrece la plataforma especializada de Qira Global, son productos químicos que se crean especialmente para prevenir, frenar o quitar el crecimiento de hongos patógenos en cultivos y plantas.
Este tipo de compuestos químicos proceden interceptando con los procesos biológicos de los hongos, se trate de modo directo o robusteciendo la resistencia del vegetal. Se usan en agricultura y jardinería para resguardar los cultivos evitar pérdidas monetarias de importancia.
Tipos de fungicidas
Hay diversos productos en venta de fungicidas, cada uno con un proceder de actuación concreto. Las categorías centrales son 2: los fungicidas sistémicos y los de contacto.
Sistémicos
Este tipo de fungicidas se absorben a través del vegetal y se movilizan por su sistema intravenoso. Lo que quiere decir que se distribuyen por el cultivo, abarcando hojas, raíces, tallos y frutos. Son por demás eficaces en el tratamiento de infecciones fúngicas previas y en la prevención de nuevas. Entre los ejemplos de sistémicos están:
Triazoles: que privan la biosíntesis de lípidos en los hongos, lo que altera su crecimiento. El tebuconazol es uno de los más conocidos.
Estrobilurinas: los que interceptan la producción de energía en los hongos, concluyendo en su extinción. La azoxistrobina es una de las principales.
Carboxamidas: operan inhabilitando la germinación de las esporas de los hongos. El boscalida representa muy bien este fungicida.
De contacto
Este tipo de fungicidas, operan en contacto inmediato con el hongo patógeno. No circulan por medio de la planta, sino que brindan protección a futuro. No obstante, son eficaces en el control de infecciones actuales. Entre los principales están:
Azufre: clave para usar como fungicida de contacto ya que se incrusta a la superficie de la planta y mata los hongos al tomar contacto con estos.
Cobre: los que son a base de cobre se usan en el control de hongos patógenos. Este material afecta las estructuras celulares de estos y los aniquila.
El poder de los fungicidas
La buena elección de los fungicidas es clave para controlar de forma eficaz las enfermedades fúngicas en los cultivos. Esto según algunos factores, como el tipo de patógeno, la fase de desarrollo de la infección y el cultivo en sí. Como veíamos, los sistémicos se manejan más en la protección y los de contacto en las contaminaciones que ya cursan.
Fungicidas y sostenibilidad
Más allá de su poder en la agricultura, la utilización de fungicidas suele mostrar algunas inquietudes acerca de la huella ambiental. La liberación de algunos de estos en suelo y agua puede alterar a la fauna y al medio ambiente. Asimismo, hay alguna preocupación de que el uso descomunal de fungicidas pueda generar el surgimiento de cepas de hongos resistentes.
Debido a esto, y para hacerle frente, las empresas especializadas del sector promueven análisis y desarrollos de productos más selectivos y amigables con el planeta. Además de estimular prácticas agrícolas sostenibles y la evaluación permanente para reducir la exposición a los químicos.