SocialesLuciana Cavanagh: “Yo, Pintora de Humanos”

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La historia profesional de la venadense Luciana Cavanagh, es una mezcla de pasión con fuerte euforia por lo que hace: desde hace catorce años, es la única artista de su tipo en el sur santafesino. Es maquilladora, pero se hace llamar “Pintora de Humanos”.

El tema es así. Con 37 años, hace intervenciones y dicta talleres de maquillaje o pintura, desde una perspectiva más creativa y humana. Enseña a trabajar con el maquillaje social, artístico, teatral, efectos especiales y con su obra más sobresaliente, el body painting.

Estuvo ligada a grandes empresas reconocidas de cosmética y no fue de su agrado. No comparte que quienes se acercan, sean clientes sino que le gusta establecer otro tipo de vínculo. “El maquillaje es tomado como algo para ciertos sectores sociales. Como un servicio de lujo. Mi trabajo es difundirlo en diferentes espacios para que lo puedan usar todos”, cuenta.

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Luciana pinta hombres y mujeres. No hace diferencias. Hace intervenciones de arte efímero a partir de la lectura de algunos textos como el libro “Cosmos” de Carl Sagan (influencia de lecturas que vienen de su padre). Siempre está la intervención en el cuerpo de un actor o actores.

Interpreta los textos de una manera visual, en vez de hacer énfasis en la palabra o el lenguaje verbal. Está presente el efecto sorpresa ante la mirada del otro, del público que va a ver las intervenciones. Es decir, la caracterización en un personaje.

Por lo general cuando hace una intervención en vivo lo piensa en un tiempo corto para que oficie de entretenimiento para los asistentes. Un body painting puede llevarle de dos a seis horas por ejemplo. Y cuando es un trabajo en el taller puede tener más tiempo, que se extiende si es para una sesión fotográfica.

En sus talleres se destaca la parte pedagógica anti consumismo. O sea, quiere generar en sus alumnos conciencia de consumo de los productos de maquillaje. Que no apunte solo a mujeres, como un objeto bello o estético. Que haya otro trabajo que tenga que ver con el arte, la creatividad y el amor propio.

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Trabaja con acuarelas para el cuerpo, aptas para ese uso. Y brochas que se llaman “kabuki” (un estilo de teatro japonés), aerógrafos y otras técnicas.

En su estilo predominan ciertos colores. Es más abstracto que realista. Le gusta crear seres y personajes a partir de lecturas. Todos son diseños originales. Nada copiado. “Si insisten los mando con otro. Eso no lo hago”, asegura, mientras ríe.

Su tía Diana, es su más grande influencia. Es quien le enseñó a dibujar. Ella pinta como hobby, hace hiperrealismo.

De acá, de Uruguay y hasta oriente

La “Pintora de Humanos” trabajó en Rosario y desde el 2012 lo hace en Venado. Anduvo por provincia de Buenos Aires, compartiendo conocimientos en escuelas de estética. También lo hizo en el exterior en 2016, dictando cursos en China, en español e inglés. En este último lugar, dio talleres de automaquillaje en un centro comunitario y después la siguieron llamando. “Fue una experiencia fuera de lo común. Por eso voy a volver”, afirma.

Confiesa que le gustaría trabajar en el “Cirque du Soleil”, por el hecho de que tienen técnica propia creada por una maquilladora canadiense. “Llevan consigo un alto desarrollo artístico”, destaca, pero lo que más la seduce es la perfección de los circenses en su trabajo. “Me parecería una manera de aprender o reaprender algunas cuestiones”. Nunca se animó a contactarlos.

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Entre sus influencias, nombra a dos artistas uruguayos: Julio Sánchez Quijano y Fernando Machado. Ambos, reconocidos en el mundo del body painting, tienen un conocimiento amplio de la pintura en lo que es carnaval y murga. Mayor desarrollo en la industria de los productos, cuya calidad acá no se encuentra.

Momento bisagra

Luciana estudió letras en Rosario. Estaba dentro de una cátedra, de ayudante en Literatura Iberoamericana. Siempre le gustó lo antropológico por el tema de la pintura ritual, que viene desde hace miles de años en la humanidad y de las cuales aun hoy, hay vestigios. “Fue la primer vestimenta, no la ropa”.

Mientras recorría los pasillos de la facultad, su profesora tuvo un accidente que la dejó en silla de ruedas. Ahí se separó completamente de las palabras y viró hacia otro tipo de lenguajes que no fueran tan definidos, sino más subjetivos. Para esa época, ya era una maquilladora entre los intelectuales.

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Una artista dentro del abanico local

Reconoce que se siente valorada. No lo duda. Y admite que le hicieron lugar en la comunidad de artistas de Venado y por eso la invitan a eventos culturales importantes de la ciudad. Sin demasiados condicionamientos. Allí puede compartir lo que le gusta hacer sin tantas restricciones.

A futuro quiere seguir viviendo y trabajando con su arte. Que la sumen a propuestas teatrales, como por ejemplo ahora que está aportando a la murga local “Le pegó como venía”. Y continuar dando talleres, como uno que hizo en Rosario que se llama “Anima Mundi”, donde se enfoca en el maquillaje de cada país para relacionarlo a lo cultural y no verlo como algo meramente banal. Que siempre sea artístico, parte de la cultura y patrimonio de la humanidad.

“Ah. En su momento quise aprender a tatuar. Pero preferí pintar porque si te equivocas, lo podes borrar. El tatuaje no”.

 

Fuente: Transmedia VT

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