SocialesLa columna de AMIVET: ¿Qué debemos comer?

Tomás Lüders08/09/2017
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Por Mauro Tortolo (*)

No es ningún secreto: gran parte de los problemas de nuestra salud tienen que ver con la alimentación. Entre todas, la condición más evidentemente asociada a una mala nutrición es el sobrepeso y los innumerables problemas que esto nos trae: diabetes, hipertensión arterial, infarto cardíaco, ACV, hígado graso, etc. Es preocupante el incesante aumento de estas patologías en nuestras sociedades modernas: estamos cada vez más gordos; y peor aún, no hay indicios de que la epidemia vaya a mejorar, al menos en el corto plazo.

En nuestra ciudad contamos con datos precisos que confirman este fenómeno: la comparación entre los estudios Venado Tuerto 1 (año 1998) y Venado Tuerto 2 (año 2010) comprobó que después de 12 años hubo un crecimiento de la obesidad del 35% y de la diabetes (condición asociada) del 40%.

Nadie duda de la importancia de una buena alimentación para mantener un peso adecuado y una buen salud en general. Hace más de 2000 años, Hipócrates -considerado el padre de la medicina moderna- ya lo proponía con magistral claridad: “Que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”

Ahora bien, ¿qué debemos comer para mantener un buen estado de salud, y mejorar nuestra cantidad y calidad de vida?

Paradójicamente, al momento de definir los detalles de nuestra mejor “medicina”, los expertos dudan y la evidencia científica es imprecisa, y muchas veces contradictoria. En una palabra, reina la incertidumbre; quizás como en ningún otro campo de la salud humana.

¿Es preferible una dieta en sintonía con nuestros ancestros paleolíticos, rica en carnes, evitando productos derivados de la refinación de granos y de la leche? ¿Es mejor seguir a los veganos que se oponen al consumo de cualquier tipo de alimento de origen animal? ¿Será cierto que la tendencia creciente de una alimentación baja en hidratos de carbono y alta en grasas naturales (manteca, huevos, oliva, etc.) es la solución final?

amivet

Para sumar a la confusión, investigaciones recientes sugieren que el CUÁNDO comer es tanto o más importante que el QUÉ comer. Algunos expertos aseguran que los beneficios de comer varias veces por día es un mito, y que lo recomendable es alimentarse durante una determinada ventana de tiempo (4, 8 o 10 hs) y luego ayunar por el resto del día (valiéndose sólo de líquidos); una práctica conocida como “ayuno intermitente”.

¿Cómo saber cuáles de estas estrategias es la que debemos incorporar? Para acercarnos a la verdad, en el mundo médico y científico sí estamos de acuerdo en algo: el camino es la ciencia y sus métodos. Sin embargo, particularmente en el campo de la nutrición humana, la ciencia se encuentra con muchos problemas: para determinar si un tipo de nutriente o un patrón alimentario es mejor que otro es necesario llevar a cabo estudios de muy larga duración, que incluyan a cientos de miles de participantes, y que éstos cumplan con la estrategia que “les tocó” en un grado más o menos aceptable. Por muchos motivos, este tipo de estudios es extremadamente difícil de desarrollar. En cambio debemos conformarnos con estudios de mucha menor calidad: pocos pacticipantes, duración del estudio demasiado breve, etc.

Sin embargo, dichos estudios de buena calidad sí son posibles, y esperemos que en el futuro puedan echar algo de luz sobre este tema tan sensible para la salud humana.

Para contrarrestar la sensación de confusión y desamparo que a esta altura debe invadir al lector, hay que destacar una estrategia que podría contar con el apoyo de gran parte de la comunidad médica y científica: considerar los alimentos según el “grado de procesamiento”. La Organización Panamericana de la Salud, con el aval de de la Organización Mundial de la Salud, recientemente publicó una clasificación de alimentos basada justamente en esta cualidad: alimentos naturales; mínimamente procesados; procesados; y ultraprocesados (el URL al final del artículo permite acceder al documento original -cfr Nota-).

Entonces, al momento de elegir nuestra comida, una buena idea es considerar cuán “alterado” está el alimento respecto a su estado natural, o al estado natural de sus componentes; y cuantos aditivos artificiales tiene (¡declarados y no declarados!). Es fácil entender que un tomate, una palta o el pescado fresco son naturales o han sido sometidos a un mínimo procesamiento (cocción); que un grano de trigo sufrió varias alteraciones hasta convertirse en pan; y que son inimaginables el tunneado y los aditivos que separan a un papa frita envasada del tubérculo que alguna vez fue (si es que alguna vez lo fue…). Como nos dicta el sentido común, aquellos con menor procesamiento serían una buena elección.

Un hecho que apoya esta estrategia es lo observado en poblaciones tradicionales que aún se mantienen libres de las influencias de la comida occidental: los Inuit del Ártico, la tribu Hadza en Tanzania, y los residentes de la isla de Okinawa, entre otros. Sus dietas se basan en distintos alimentos naturales: carne de peces y focas en el ártico; bayas y carne del mamífero que logre ser cazado en el caso de los Hadza; batata y raíces en Okinawa. Los alimentos son diferentes, aunque todos naturales o mínimamente procesados. El resultado es similar: buena salud y longevidad.

En fin, resta mucho por conocer para definir cuál es la alimentación humana ideal, tanto en contenido, cantidad y frecuencia. Hay muchas teorías y pocas certezas. Mientras tanto, debemos estar atentos a las novedades que nos vaya revelando la ciencia, con una mirada crítica y un sano excepticismo.

¡Buen apetito!

(*) Especialista en Clínica Médica. Miembro de Asociación de Medicina Interna de Venado Tuerto .

Nota:

www.paho.org/ecu/index.php?option=com_docman&view=download&category_slug=documentos-2014&alias=456-clasificacion-de-los-alimentos-y-sus-implicaciones-en-la-salud&Itemid=599

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