AméricaEl nivel de estupidez de la administración Trump, sin límites: amenazó a Corea del Norte con una flota que iba en sentido contrario

Tomás Lüders19/04/2017
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El líder de la Nación más poderosa del mundo no se viene caracterizando por su lucidez, como último ejemplo, la semana pasada. Trump se “agrandaba” ante una periodista de la oficialista Cadena Fox sobre cómo había sorprendido, nada más y nada menos que durante una cena de agasajo en su residencia de La Florida, al presidente chino Xi Jinping con el lanzamiento de 59 misiles crucero Tomahawk. Ante la pregunta sobre el momento preciso en el que sorprendió al líder de la potencia rival con el dato, Trump respondió: “mientras comíamos la mejor torta de chocolate que se haya podido ver” –Trump siempre destaca que lo que él hace y dice, aunque sea un mero postre, es “lo mejor” o “lo más grande”– , el problema es que afirmó que ordenó lanzar los misiles sobre “Irak”, y no sobre Siria.

We’ve got a problema

Mientras el mundo contenía la respiración la semana pasada ante la posibilidad de que Corea del Norte hiciera otra prueba nuclear, la Casa Blanca declaró que había enviado una flota al mar del Japón como una estrategia disuasoria ante el provocador régimen comunista. Lo hizo con su habitual estilo compadrito, ampliamente celebrado por Fox, que tras el lanzamiento de misiles y bombas sobre Siria y Afganistán no dejó de exhibir periodistas admirados por el despliegue de poderío militar de su país.

El problema fue que la flota, compuesta por el portaaviones nuclear Carl Vinson –de la clase más grande en funcionamiento- y otros cuatro buques de guerra, navegaba exactamente en la dirección contraria. El “all mighty” Vinson se dirigía a participar en ejercicios junto con la armada australiana en el océano Índico, a más de 5000 kilómetros de Corea del Norte.

La confusión reinaba ayer en la Casa Blanca. El bluff, que se mantuvo durante 10 días sin rectificación y fue finalmente destapado por medios chinos y norteamericanos, y vuelve a embarra la credibilidad de la cúpula militar, incluido el secretario de Defensa, Jim Mattis, y pone en duda el rigor de su estrategia en uno de los conflictos más volátiles y delicados del planeta. Justo en el momento en el que Trump ha cedido el control de su política militar hacia el Pentágono, en desmedro de las agencias de inteligencia.

La orden era clara. El almirante Harry Harris anunció que el portaaviones nuclear Carl Vinson y su poderoso grupo de combate, con 6000 soldados y más de 60 aviones, se dirigían desde Singapur hacia Corea del Norte. Era el 8 de abril y dos días antes Estados Unidos acababa de  bombardear al régimen sirio. Pletóricos por el ataque a las tropas de Al-Assad, los militares explicaron que el despliegue naval tenía como objetivo responder a Corea del Norte, cuya carrera “temeraria, irresponsable y desestabilizadora” para lograr un misil intercontinental con capacidad atómica lo había convertido en el “peligro número uno de la región”.

El 11 de abril Mattis confirmó públicamente la misión y al día siguiente el propio presidente insistió en que se había “enviado una poderosa armada” a Corea del Norte. La posibilidad de un ataque preventivo se agigantó.

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El mundo empezó a temblar. La escalada de tensión era evidente. Las armas estaban sobre la mesa. Y la flota norteamericana se dirigía a Corea del Norte justo antes del 15 de abril, la fecha en que se iba a conmemorar con un gigantesco desfile militar el 105° aniversario del nacimiento del fundador del régimen, Kim Il-sung.

Todo cuadraba. Excepto un detalle. El portaaviones, según los críticos The Washington Post y The New York Times, se hallaba en aquel momento a 5600 kilómetros de la península de Corea y navegaba en dirección contraria, concretamente hacia el océano Índico, para participar en unas maniobras con la marina australiana.

Pese a la tensión desatada y las quejas internacionales, incluidas las alertas chinas, nada dijo el gobierno de Estados Unidos. Estaba “agrandado” con su movimiento. Y nada se habría sabido si no fuera porque la propia armada norteamericana hizo públicas anteayer una serie de fotografías tomadas el día anterior del barco cruzando el estrecho de la Sonda, entre Java y Sumatra, a más de 5000 kilómetros de su teórico destino. El escándalo saltó en pocas horas. Desde Pekín hasta Washington. La foto fue tomada cuatro días después de que el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, describió la misión de la flota en el mar del Japón.

Ahora, algunas fuentes militares explicaron que no se corrigió a tiempo el itinerario de la flota, prefijado para las maniobras conjuntas, pero que estaba previsto navegar después hacia el destino. Otras indicaron que se quiso dar tiempo a China para que presionara a Corea del Norte y se decidió no suspender los ejercicios con Australia.

La Casa Blanca se negó a comentar ayer el malentendido. En privado, oficiales del gobierno mostraron malestar ante el Pentágono por no haber corregido la información, en momentos en que Spicer y otros voceros estaban dando información.

En cualquier caso, el portaaviones, esta vez sí, se dirige hacia la península de Corea. Llegará a su destino la semana próxima. Supuestamente.

 

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