EuropaLa veloz beatificación de Karol Wojtyla

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 Fue el proceso de beatificación  más rápido de la historia moderna (en la foto). Conservadorismo y popularidad, dos de las características de Juan Pablo II.

El pontífice fue el primer Papa de la posmodernidad, a la que supo criticar, pero también supo adaptarse a los condicionamientos y potencialidades de la tecnología mediática. Hasta la velocidad con la que fue ungido beato es una marca de los tiempos que corren, que superó en dos semanas a la de la popular madre Teresa de Calcuta. La multitud que acompañó el acto gritó: “¡santo ya!”.

Fue el papa que se encargó de desmontar el rico legado del reformista Concilio Vaticano II y encabezar la restauración de la Iglesia hacia la ortodoxia, tarea continuada y profundizada por el integrismo doctrinario del actual Papa. Durante la ceremonia, su sucesor, Joseph Ratzinger, destacó que Wojtyla "devolvió a la fe la esperanza robada por el marxismo" y "reorientó a la sociedad hacia Dios" durante la beatificación 504 personas necesitaron asistencia médica y 54 fueron ingresadas en el hospital.

Fuentes vaticanas calcularon la asistencia de más de 500 mil fieles, aunque otras estimaciones hablaban de menos de 300 mil personas. En todo caso, la ceremonia fue una de las más multitudinarias concentraciones celebradas en el Vaticano desde los actos posteriores a la muerte del papa polaco.

“Wojtyla y Ratzinger tuvieron una misión restauradora que condujeron juntos, uno al frente y otro como guionista de la misma”, consideró el teólogo español Juan José Tamayo al diario EL País de España, “la revisión del concilio Vaticano II y el cambio de rumbo de la Iglesia católica, el restablecimiento de la autoridad papal, devaluada en la etapa posconciliar, la afirmación del dogma católico, la nueva evangelización, la recristianización de Europa, la vuelta a la tradición, el freno a la reforma litúrgica, la confesionalidad de la política y de la cultura, la defensa de la moral tradicional en toda su rigidez en materias que hasta entonces eran objeto de un amplio debate dentro y fuera del catolicismo, como la familia, el matrimonio, la sexualidad, el comienzo y el final de la vida, etcétera”, Juan Pablo II y el actual Papa se encargaron de clausurar ese debate al interior de la Iglesia, criticó duramente el intelectual español.

La ceremonia

Ante el entusiasmo y el fervor de decenas de miles de peregrinos, la gran mayoría polacos, que han abarrotado la plaza de San Pedro y las calles adyacentes, Benedicto XVI ha proclamado hoy beato a su antecesor en el trono de San Pedro, Juan Pablo II.

Seis años y un mes después de su muerte, en una ceremonia de casi tres horas, Joseph Ratzinger ha recordado a Karol Wojtyla como "un gigante" y ha destacado su dimensión pastoral y política. "Abrió a Cristo la sociedad, la cultura, los sistemas políticos y económicos, invirtiendo con la fuerza de un gigante -fuerza que le venía de Dios- una tendencia que podía parecer irreversible". Wojtyla, añadió el Papa, "devolvió a la fe la esperanza usurpada por el marxismo", en referencia a la lucha de su antecesor contra el comunismo. 

El Papa, que ha oficiado la misa junto a 100 cardenales y 800 sacerdotes, vestía una casulla que perteneció a su antecesor y usó el cáliz que éste utilizó en sus últimos años. Al proclamar beato a Wojtyla se descubrió un gran tapiz con un retrato de Juan Pablo II sobre la fachada principal de la basílica que ha pasado a presidir la escena. Sobre la columnata de Bernini, en otra gran tela se podía leer "Abran de par en par las puertas a Cristo", una de las frases más conocidas de Wojtyla. 

En su homilía, el Papa defendió también las razones por las que el proceso de subida a los altares ha sido el más rápido de la edad moderna, superando en dos semanas al de la madre Teresa de Calcuta. "La beatificación ha llegado pronto porque así lo ha querido el Señor, desde el día de su muerte su olor de santidad ondeaba en el aire", dijo. 

Ratzinger ha repasado la figura, la vida y la acción política y pastoral de Juan Pablo II. "Nos enseñó que no debíamos tener miedo de ser cristianos y a no tener miedo de la verdad, porque la verdad es la primera garantía de la libertad", consideró, antes de recordar que pasar 23 años a su lado como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (antigua Inquisición) le permitió conocer "su profundidad espiritual, la riqueza de sus intuiciones, y su humildad". "El ejemplo de su oración me ha impresionado y edificado", dijo el papa alemán.

Sobre el sufrimiento que la mala salud le produjo en los últimos años de su vida, recordó que incluso entonces "siguió siendo una roca". "Juan Pablo II es beato por su fe, por la beatitud de su fe, fuerte, generosa y apostólica, y por su fe en la Virgen", afirmó también. La homilía terminó como terminó hace seis años su funeral, con el Papa invocando la bendición del nuevo beato. La multitud respondió emocionada, ondeando banderas. Algunos lloraban, y muchos gritaban "santo ‘subito’ (santo ya)".

La cifra de asistentes, según la policía de Roma, ha superado el millón y medio de personas. El Vaticano ha hablado a media mañana de un millón, aunque en las últimas horas había afirmado que la plaza de San Pedro y la vía de la Conciliación tienen cabida para 300.000 personas.

De cualquier manera, la ceremonia fue una de las más multitudinarias concentraciones celebradas en el Vaticano desde los actos posteriores a la muerte del papa polaco. La marea humana era impresionante. Las plazas y calles cercanas aparecían colmadas de gente, así como el Lungotevere, la calle que trascurre por el río Tíber. Los accesos a la plaza fueron abiertos anoche a las 02.00 horas, tres horas antes de lo previsto, y mucha gente debió resignarse a seguir la ceremonia por los altavoces y las pantallas gigantes habilitadas en distintos puntos de la ciudad. 

Miles de personas volvieron incluso al Circo Máximo, el lugar donde se celebró anoche la vigilia. Otros se limitaron a pararse en medio de la calle y a escuchar la misa, sentados en el césped y en las aceras. 

Sobre las diez de la mañana, poco antes del inicio de la misa y de la llegada de Benedicto XVI en el papamóvil descapotado, la presión de la multitud derribó las vallas situadas en un lateral de la vía de la Conciliazione, la calle que va desde San Pedro hasta el río Tíber. Algunos peregrinos sufrieron crisis de pánico y los servicios sanitarios debieron asistir a 504 personas; de ellas, 54 fueron trasladadas a hospitales.

Benedicto XVI presidió el rito desde el trono dorado situado en la entrada de la Basílica, donde estaban también la plana mayor de la curia y las 88 delegaciones extranjeras, entre ellas la española, presidida por los Príncipes de Asturias. 

En el rito participaron también el secretario de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwisz, cardenal de Cracovia, y Marie Simone-Pierre, la monja francesa cuya curación de la enfermedad de parkinson ha sido certificada por la comisión médica del Vaticano como el milagro que ha permitido la beatificación. La monja francesa ofreció a Ratzinger la reliquia del nuevo beato, una ampolla con su sangre encastrada en un relicario de plata, que el Pontífice besó antes de que fuera colocado en un estrado.

Tras la ceremonia, el Papa se dirigió al altar central de la Basílica de San Pedro, donde está expuesto el féretro de Wojtyla, para venerar sus restos, ya convertidos en reliquia. Tras el Pontífice, lo han hecho los cardenales, que besó uno por uno el féretro. Tras ellos podrán hacerlo los fieles. Los restos mortales del nuevo beato, exhumados hace unos días, permanecerán expuestos todo el día de hoy y mañana.

Fuentes: AP, Reuters, El País de España (edición global)

Opinión crítica: Juan José Tamayo (teologo español)

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