Columnista invitadoUltraprocesados: un cáncer

Tomás Lüders07/12/2017
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Por Mauro Tortolo (*)

Es cierto, aludir al cáncer para referirse a lo nocivo es un cliché. Asumiendo esto, en el caso del flagelo asociado a los productos ultraprocesados la analogía resulta -por lo menos- didáctica. Acertada, exagerada, desafortunada, innecesaria, nefasta. Bienvenidas todas las opiniones sobre esta comparación. El objetivo del artículo no es convencer ni provocar; sino invitar a reflexionar sobre un tema del que aún se habla muy poco.

Para comenzar, acordemos que el cáncer es la transformación de tejidos celulares normales en aquellos con ciertos rasgos distintivos:

  • crecimiento desmesurado y no regulado;
  • compromiso de estructuras vecinas y distantes;
  • frecuente evolución a la muerte o a la discapacidad severa.

A veces el cáncer evoluciona lentamente, evidenciándose mucho tiempo después de su génesis, cuando las opciones para su curación son exiguas.

Con la aclaración introductoria y estos conceptos en mente, vale la confirmación del título: los ultraprocesados son un cáncer. Desmenucemos la idea.

Como el cáncer, resultan de una transformación de lo normal o natural.

Los ultraprocesados son productos comestibles elaborados con ingredientes industriales, con poco o ningún alimento natural. Son imitaciones de alimentos reales, verdaderos inventos ideados por las empresas alimentarias. Gaseosas; bebidas energizantes; snacks de todo tipo (galletitas, papas fritas envasadas, chizitos, etc.); golosinas; cereales en cajas o en barras; sopas enlatadas o deshidratadas; helados en sus infinitas variedades; mermeladas industriales; hamburguesas y salchichas envasadas; pan lactal empaquetado de larga vida; etc. La lista es enorme y -aún más preocupante- creciente. Una regla simple para reconocerlos: son ultraprocesados todos los envasados o empaquetados, hasta demostrar lo contrario.

¿Para qué transformar los alimentos naturales? El objetivo es bien claro: maximizar el consumo y el lucro de la empresa.

¿Cómo se logra esto? Apuntando al “acelerador” principal de la conducta humana: el sistema de recompensa cerebral. Gracias a una sofisticada ingeniería las industrias potencian el placer que despiertan sus productos (la palatabilidad o gustosidad); y al mismo tiempo minimizan la saciedad. Desear comerlos vorazmente, y nuncar estar satisfechos. Magistral.

Pero no es lo único. Un impulsor tanto o más poderoso para favorecer la adicción son las técnicas de mercado, o mercadotecnia. Las grandes corporaciones invierten cada vez más dinero en afinar las estrategias publicitarias; en optimizar la distribución y exhibición en los comercios; en adoptar el mejor diseño de los envases; etc. Por ejemplo, en los últimos 20 años la principal empresa de gaseosas triplicó la inversión en publicidad, superando los 3 MIL millones de dólares anuales. Con ganancias monstruosas que equivalen al PBI de países medianos, los billetes sobran para reclutar a los especialistas más destacados en motivación del comportamiento, ciencias del consumo, estudios por neuroimágenes, etc.

Transformación para la adicción y mercadotecnia implacable. La antropóloga Patricia Aguirre lo resume genialmente”Los productores industriales de comida deciden por el consumidor que cree que decide por sí mismo lo que está obligado a elegir.”

Como el cáncer, tienen un crecimiento desmesurado, no regulado.

Es cada vez mayor el consumo de ultraprocesados a nivel global, especialmente en los países en desarrollo.

La sinergia de varios factores genera un verdadero ambiente tóxico que favorece la producción, las ventas y el consumo de estos productos:

  • Condiciones socio-económicas precarias: los ultraprocesados son más baratos y aportan una alta densidad energética en comparación con otras opciones más saludables (ej. verduras, frutas frescas y secas, pescado, etc.). Son más convenientes; más que una elección, son parte de una estrategia de adaptación a este “nicho obesogénico”.
  • Des-información: las publicidades cargadas de mensajes falsos, engañosos o confusos nos invaden por todos los frentes y desde cada rincón. Las barras de cereales son “saludables”, las bebidas ultrazucaradas deportivas son “energizantes y lo mejor para vencer la sed”; los cereales azucarados para niños son “nutritivos”; etc. Por otro lado, la información confiable basada en buena ciencia es escasa y de difícil acceso.
  • Las políticas imperantes habilitan la desregulación del mercado.
  • Ø Sin normas que ordenen (o con normas que se doblan, adecuan, rompen, etc.), hay vía libre para la conformación de los peligrosos oligopolios que dominan la escena. Por ejemplo, el mercado de dos tipos predominantes de productos ultraprocesados, las bebidas gaseosas y los snacks está sumamente aglutinado, y sólo dos empresas capturan más de dos terceras partes de las ventas totales.
  • Ø Resistencia endeble o nula a la invasión de productos, en particular entre las poblaciones vulnerables. En Brasil, dos fenómenos que actualmente afectan a los más pobres son un reflejo de la cruel desregulación del mercado. La multinacional Nestlé contrata vendedores ambulantes que ofrecen sus productos puerta a puerta. El negocio es redondo; además de un empleo formal, los contratados obtienen beneficios en formas de promociones y otras facilidades (relacionadas con los ultraprocesados, obviamente); y los productos son muy bien recibidos en los hogares por precio, sabor y la comodidad de la entrega a domicilio. Los resultados también son redondos. En este sector de la población se documentan cada vez más casos de obesidad, particularmente en los niños.

La misma empresa posee un barco propio que recorre el Amazonas ofreciendo su elixir a los nativos de la selva. Para muchos, el primer contacto con la civilización occidental es un helado de Nestlé. Metástasis por la sangre del río. Escalofriante.

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Foto: Vendedoras ambulantes de productos de Nestlé, en Fortaleza (Brasil).

 

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Foto: Embarcación de Nestlé recorriendo el Amazonas.

Como el cáncer, invaden y perjudican a las variantes “normales o naturales”.

Por todo lo antedicho, es fácil entender que el mercado de los ultraprocesados afecta opciones alimentarias más saludables. Además, la dinámica de la urbanización es un factor no menor para potenciar la adicción. Como sabemos, la gente en las ciudades adquiere comida principalmente en supermercados y también en las tiendas de “conveniencia”-mercaditos o mini-markets-; llamadas así por permanecer abiertas casi todo el tiempo (algunos 24 hs los 365 días) y por su ubicación estratégica cerca de escuelas, hospitales, transporte; etc. El negocio central de estos comercios son… los ultraprocesados. Así, los minoristas especializados (ej. carnicerías y verdulerías), que ofrecen alimentos naturales o poco procesados, son cada vez más desplazados.

Como el cáncer, causan muerte o discapacidad severa: 

Con fines prácticos, digamos que su efecto nocivo es tanto por calidad como por  cantidad:

  • Calidad: son nutricionalmente desequilibrados. Abundan los ingredientes industriales como grasas trans, sal, y azúcares agregados; y es escasa o nula la fibra alimentaria y otros productos bioactivos. Por ejemplo, son azúcares agregados hasta el 50% de la composición de muchos cereales destinados a los niños. Esta asimetría gatilla serios disturbios hormonales y metabólicos, favoreciendo el depósito de grasa corporal.
  • Cantidad: se consumen en exceso, superando holgadamente las verdaderas necesidades de nuestro organismo. Es que, como ya se dijo, estas “perlas de la ciencia” son inventadas y perfeccionadas para la adicción.

Sin embargo, tienen a su favor una gran aliado, el tiempo. Los ultraprocesados enferman y matan lentamente. La secuencia  (1) adicción; (2) obesidad; (3) inflamación crónica y trastornos hormonales; (4) infartos cardíacos y/o ACV y/o insuficiencia renal y/o Alzheimer y/o CÁNCER!!; (5) discapacidad; (6) muerte, es un proceso que comienza temprano en la vida (muchas veces en la niñez) y lleva años para concretarse y hacerse evidente. Por supuesto, existen otros factores que contribuyen, pero estos inventos industriales son protagonistas.

Como el cáncer, el fenómeno es difícil de erradicar, pero no imposible:

Es que la principal dificultad para combatirlo es la estructura – y no sólo la dinámica- del sistema. No hay forma de superar la epidemia ascendente de la obesidad y todas sus consecuencias si no intervenimos el ambiente tóxico-obesogénico en el que vivimos.

¿Qué se puede hacer? Reestructurar subsidios de agricultura, promover el cultivo de comidas de alta calidad como vegetales, frutas y legumbres; regular las publicidades y el marketing -especialmente las dirigidas a los niños-; subvencionar alimentos saludables; en las escuelas impulsar programas de nutrición y preparar almuerzos y snacks a partir de alimentos enteros; exigir a la industria el uso de ingredientes de mayor valor nutricional y el comercio de productos tradicionales y poco procesados.

¿Es realmente posible? Claro que sí, pero para ello es imprescindible una decisión política firme y decidida. Tenues por el momento, al menos ya empiezan a visulbrarse algunas señales positivas:

  • Después de varios años de lucha, científicos en EEUU lograron que se modifique el sistema de rotulación de los productos comestibles. A pesar de la feroz resistencia de la industria, desde julio de 2018 la nueva etiqueta obligatoria deberá destacar con tipografía de mayor tamaño la cantidad de calorías y los valores diarios actualizados. Además de estos avances, el cambio más resonante es el detalle de los “azúcares agregados”. Los consumidores podrán así tener una noción mucho más precisa del contenido real estos aditivos en el producto, que actualmente se enmascaran con decenas de diferentes nombres poco amigables (maltodextrina, dextrosa, lactosa, maltosa, etc.)

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Imagen: Nueva etiqueta obligatoria para los productos comestibles, a implementarse en junio de 2018.

  • En nuestro país, el Consejo Deliberante de la ciudad de Córdoba aprobó lo que podría ser un buen primer paso: el azúcar y otros edulcorantes ya no estarán “por defecto” en las mesas de los bares, y los clientes deberán solicitarlos (como ocurre con la sal). Además, la ordenanza plantea que en los eventos públicos no podrán venderse sólo gaseosas y jugos, sino que también deberán ofrecerse agua y bebidas sin azúcar.

Temiendo una reacción en cadena a escala nacional, en Tucumán -donde se concentra el grueso del sector azucarero- el rechazo fue inmediato. La provincia reclamó formalmente la intervención de la Fiscalía del Estado por considerar inconstitucional la norma. En un intento de justificar la protesta, el Dr. Juan Manzur, gobernador de Tucumán y ex-ministro de Salud de la Nación, declaraba: “Científicamente no hay ninguna comprobación que el azúcar genere un perjuicio para la salud”.

Rercuperar el equilibrio.

Este artículo trata de exponer los abusos de la industria y los peligros del consumo excesivo de ultraprocesados, ricos en azúcar y otros ingredientes artificiales. No debe entenderse como una condena fanática y ciega del azúcar, que por muchos motivos tiene un rol fundamental en nuestra sociedad y cultura:

  •  Cientos de miles de personas en condiciones de pobreza no tienen otra opción que alimentos ricos en azúcares agregados para subsistir.
  • Miles de familias dependen directa o indirectamente de la industria azucarera.
  • El azúcar es un ornamento esencial de celebraciones y festividades. ¡Parte y causa del gozo de la vida!

Podrían mencionarse muchos más. Sin embargo, ninguno justifica al gobernador de Tucumán. Por su posición y responsabilidad política, lo dicho es mucho más que una declaración; es un mensaje fuerte -y por lo menos imprudente- que sólo suma confusión al escenario de la nutrición humana, ya dominado por mitos e incertidumbre.

El exceso de azúcares agregados es nocivo para la salud. está comprobado científicamente. Punto.

Hoy vivimos en la tempestad de la posverdad. Mientras esperamos que el tiempo mejore, sólo la buena ciencia evitará el naufragio. Sólo la buena ciencia, bien aplicada, permitirá curar este cáncer.

 

(*Especialista en Clínica Médica. Coordinador de Internación del Hosp. Alejandro Gutiérrez de Venado Tuerto. Instructor de Residentes de Clínica Médica.

E-Mail: maurojt@hotmail.com

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