Tomás LüdersOpinión: Voto Queja en Santa Fe

Tomás Lüders27/02/2015
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Esto se está tardando demasiado” me decía un amigo mientras conversábamos sobre el ya no tan nuevo edificio para el Hospital Gutiérrez… y en seguida: “los socialistas son lentos”.

Mi amigo, llamémosle José Clase Media, es una persona a la que jamás se le ocurriría recurrir a la salud pública en caso de enfermedad. Para él, y para su familia, y para todos sus parientes por parte de padre, los Medio-Alto, el Hospital inconcluso es eso: un pesado signo de falta de ejecutividad.

Si la gobernación sería Justicialista, posiblemente el mismo edificio inconcluso sería leído como signo de otra cosa. ¿Hace falta que escriba de qué?

Fue Carlos Reutemann el justicialista que logró en su momento seducir a parte del electorado medio y alto. Lo hacía en tiempos de menemismo: al piloto santafesino le sobraba el rubio que no le hacía falta exhibir a Carlos Menem para conquistar votantes de esa extracción.

“El Lole” terminó cada uno de sus mandatos ungido bajo la imagen de ser el gobernador que había logrado que el Justicialismo no robe. O cambiando el sujeto por el objeto: el Justicialismo había logrado tener un gobernador que le había permitido seguir haciendo lo que mejor le sale.

En ese entonces, el papá de José Clase Media no podía poner en positivo sus razones para votarlo (les costaba articular el qué con el hacer). Pero le alcanzaba con que el Estado gastara lo menos posible: sus hijos ya no iban a la escuela pública, ni mucho menos el hospital o la salita del barrio. Aún le duraba el espanto por “los juguetes de Vanrell” y el desengaño por haber creído en el “comer, educarse y curarse” de Raúl Alfonsín. Al final los precios habían llegado a las nubes, hubo que sacar al nene de la 496 para anotarlo en “los Curas” –a la nena en “las Monjas” –, y pagarle un buen porcentaje del sueldo a Osde… y para peor… ¡y los baches seguían sin tapar!

Lo máximo que se le podía pedir al Estado era que gaste poco. Y para don Clase Media, Reutemann era un alemán ahorrativo, y así se lo transmitió a Josecito.

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Pero el menemismo no gastó poco. Sí recortó mucho, pero malversó y mal administró más todavía. Sus funcionarios se llevaron mucho al bolsillo y el tremendamente ineficiente Estado le dio la excusa justa para disfrazar de liberalismo el traspaso de esa misma ineficiencia al sector privado, tan predador de lo público como aquél. Y sí, la Santa Fe de Reutemann estuvo lejos de ser la excepción.

Reutemann y su ministro de Hacienda Juan Carlos Mercier (que saltó al PRO mucho antes que su ex jefe para ser uno de los ¿ex? justicialistas que anima la cáscara vacía del PRO santafesino) dejó todo listo para que su sucesor, Jorge Obeid, le entregara la banca pública a los hermanos Rohm, que no solo vaciarían el Banco de Santa Fe, sino que utilizarían la entidad que todavía administra los impuestos santafesinos para dedicarla a la lavado de dinero. Uno de los hermanos, Puchi, terminó prófugo en los EE.UU acusado por ese delito.

Reutemann además apadrinó la carrera política del luego senador nacional Jorge Massat (el hombre que se quedó con millones de dólares en subsidios para desocupados y se convirtió en señor feudal del norte provincial). Además, su alianza con José Luis Manzano le ayudó a mantener a los medios santafesinos cooptados y al periodismo censurado –sí, aunque José no lo quiere creer, el control de medios no es un invento de Cristina, aunque la presidenta fue la primera que disfrazó la vergonzosa práctica de “acción revolucionaria”–. De paso, Manzano y su socio Vila vaciaron los medios cooptados y echaron a los periodistas no serviles.

Las privatizaciones escandalosas siguieron, entre ellas la de la ineficiente Dirección Provincial de Obras Sanitarias (DIPOS), malvendida para transformarse en la más cara e igual de ineficiente Aguas Provinciales… y la lista sigue, incluyendo desvíos de fondos girados por organismos multilaterales de crédito destinados a modernizar el sistema educativo… y unas cuantas perlitas más.

Durante esos años no solo no se arregló una ruta, la educación santafesina se terminó de derrumbar, la salud pública colapsó y la policía acabó de transformarse en una mafia que usa al estado para administrar el delito. También se inundaron más de 350 localidades de la provincia, incluyendo su capital, dejando un saldo de decenas de muertos. Todo porque el honesto Reutemann habría “mirado para otro lado” cuando se malversaban los fondos que tenían que destinarse a las obras hidráulicas para evitar esa inundación.

Renglón aparte merece su responsabilidad en dejar que su Policía metiera bala sobre la gente durante el aciago diciembre de 2001.

Pero, razonaba el padre del ya adolescente José, como Reutemann tenía plata de antes, seguro que él no robaba. Y así el Lole pasó a la historia como paradigma del dirigente honesto que cuida la plata de todos .

Hoy su parca fachada es la llave que le abrirá a gran parte del fragmentado justicialismo su vuelta al poder a través de otra fachada, que es el sello de goma llamado PRO santafesino (consideraciones diferentes me merecen algunos de sus dirigentes venadenses, con los que mantengo diferencias políticas, pero no éticas).

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Y sí, el Frente Progresista hegemonizado por el Socialismo tienen muchos defectos y problemas. Entre otros, carece de democracia interna –al menos en su cúspide–, lo que ha generado que su senador nacional termine participando en la interna junto con el jefe del radicalismo local.

Careció de estrategia, o se quedó corto, para controlar a la Policía Santafesina SA., corporación con la que no mantuvo ni mantiene los lazos de complicidad que sí mantuvo el PJ, bajo cuya democrática ala se terminó de corromper. Apostó a la renovación desde abajo, profesionalizando a sus cuadros (hizo de un cursito de dos meses para semi-analfabetos una carrera técnica), pero no consiguió cuadros jerárquicos mínimamente probos para acompañar el cambio. Hoy el aumento del delito violento y el narcotráfico le está siendo facturado como su exclusiva responsabilidad.

Y es que uno de sus principales problemas es no saber lo que le gusta a una sociedad pragmática e hipócrita, y acá no solo hay que incluir a José Clase Media y los suyos, sino a todo el espectro social. Los santafesinos, como el resto de los argentinos, somos francamente un canto a la contradicción. Queremos honestidad, pero no estamos dispuestos a practicarla, volviendo muy difícil la eficiencia de quien cumple con las normas. Sin ser santo, cabe destacar que en esto el Socialismo santafesino lo parece frente a sus antecesores.

Se ha avanzado mucho también en salud pública, porque aunque el Hospital no se terminó aún –y aquí habría decirle al quejoso José que considere la discriminación presupuestaria que sufre la provincia por no compartir el signo político de la Nación– sí se incrementó la provisión de recursos para el sector público (que incluye a los Centros de Salud municipales, aunque el PJ local no lo vaya a admitir jamás). Pero claro, es difícil que un nosocomio funcione bien si muchos de sus médicos cobran su salario sin cumplir con el servicio por el que se les paga. En buen criollo, se roban la plata.

Y qué decir de muchos de mis compañeros docentes, cuyos gremios han tenido un accionar salvaje contra un gobierno que paga los mejores sueldos, posibles, del país, los jubila con el 82 por ciento móvil y comenzó su primer gobierno titularizando a miles de nosotros tras décadas de tener un estado que miraba para otro lado. Son miles los colegas que abusan de sus licencias, multiplicando el presupuesto necesario para cada uno de los cargos. Obvio, hay millones de problemas y las escuelas que Binner prometió arreglar en 180 días todavía se caen a pedazos, pero el cuestionamiento in toto del sector docente se parece a una actitud casi suicida. ¿Sabemos los profesores y maestros que a José Clase Media le importa tres pepinos su situación salarial?

El Socialismo en esto avanzó con medidas que le ofrecieron poco rédito electoral. Y es que uno de sus defectos es justamente ese: carece de astucia a la hora de la comunicación pública. En una sociedad mediatizada, en la que ya casi nadie se acerca a los partidos políticos, es el manejo publicitario la, por lejos, principal forma de dar a conocer lo que se hace desde la actividad pública.

Otra cosa para poner en el Haber de las gestiones de Hermes Binner y Antonio Bonfatti es lo que se avanzó en infraestructura y servicios públicos en el relegadísimo norte provincial (sí, ése que siguió pareciéndose a las tierras de la Forestal durante el gobierno de Reutemann). Por allí también se priorizó lo urgente en desmedro del impacto proselitista, porque en la parte superior del territorio santafesino aún prima el voto conservador, incluso entre los que menos tienen.

Pero José Clase Media, que cree que ya no usa casi nada del Estado (¿sabrá que es la Provincia la que financia el grueso de los salarios en las escuelas privadas?), está acostumbrado a quejarse sin poner nada en perspectiva. Solo sabe explotar cuando no aguanta más y al igual que su criticado vecino más pobre, está acostumbrado a reclamar sin hacerse cargo de lo que le corresponde.

¿Sabrá por ejemplo que si no hay mejores cuadros políticos que reemplacen a lo viejo o llenen los espacios vacíos, es porque él considera que la participación pública es una pérdida de tiempo? ¿Quién le va a construir entonces el estado escandinavo o alemán que cree merecerse?

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