Tomás LüdersOpinión, Stiuso llega a la política espectáculo: la única Verdad es la Escena

Tomás Lüders03/03/2016
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La intervención de Jaime Stiuso en “Intratables”, es un hecho impactante. Pero nada más que eso. Stiuso ya era un personaje nombrado, el personaje del misterio, y  ahora parece tener voz propia. O prestada… convengamos que no importa demasiado: este es un mundo en donde la representación mediática se devora a grandes mordiscos “la realidad”. En donde todo es simulacro, en donde todo se piensa como representación antes que acción, poco importa qué es lo original.

El impacto durará poco. La lógica del espectáculo usa y tira cada novedad como si fueran pañuelos descartables, y de hecho lo terminan siendo. A no engañarse, la sociedad y la política espectáculo no es marca registrada de este país (a los Donald Trump me remito, pero también a las puestas escena de la familia Obama). La particularidad argentina es que, y esto dicho sin idealizar a “los países desarrollados”, el show tiene aquí contra-partes institucionales débiles o casi nulas. Y donde no hay instituciones ganan los poderes fácticos, si usted quiere, mafiosos. Por eso un espía extorsionador y sus extorsionados pueden volverse los actores del momento. Quizá logran lo suyo, miden bien, y después, a pesar del escándalo, no se genera ningún cambio de largo plazo. Hay que devorar el escándalo que viene. Las voces de “justicia, justicia” tendrán mucho más para devorar, y ninguna respuesta efectiva.

Por eso también las pasiones políticas revitalizadas durante la pasada década larga parecen encerrarse en el destino de apuntaladoras alicaído show de los “famosos” (devaluados tras el ajuste de las industrias culturales locales). En lugar de haberse cambiado estructuras políticas y sociales desvencijadas, todo parece estar quedando frente a cámaras porque “mide bien”. Y desaparecerá cuando decaiga el rating.

La lógica pública de los Kirchner logró saltear la “gestión del contacto mediático”, y generó la propia. Es cierto, la tradición “nacional y popular” inaugurada por Yrigoyen pero potenciada y hecha país con Perón siempre había priorizando la medida urgente (y esto lo digo sin menoscabo de la legitimidad de las demandas respondidas) por sobre la institucionalización de los derechos. O en todo caso hizo depender una y otra de la presencia de un gran Actor. Derrocado éste quedaban las pasiones apuntalando las demandas a través de permanente presión y negociación frente a un Poder económico y político que oscilaba entre negociar y reprimir.

Por eso la discusión nunca debió pasar por cuestionar la legitimidad de las “medidas concretas”, sino sus modalidades de institucionalización (reducidas a “vicio burgués” por la tradición de izquierda que tomó la posta). Lo que pudo necesitar nacer como ruptura –esa es otra discusión– terminó siempre erosionado o anulado por la expulsión del Estado de su Gran Garante. Quedaba la identidad política, pero corría riesgo la permanencia del derecho.

En ese marco, el kirchnerismo no cambió lógica alguna. Dispuso y utilizó grandilocuentemente herramientas de las que no llegó a disponer ningún liderazgo anterior, pero no hubo demasiado aggiornamiento: el show seguía siendo el de la épica personal. Había que construir el relato y también escenificarlo.

Convengamos que el ambiente social de “la hora” es el del espectáculo y, nos guste o no, todo liderazgo político actual se enchastra con la lógica del suceso fulgurante cuando busca legitimidad pública. En general los líderes suelen apostar a buscar el foco de esos actores falsamente neutrales que son los medios. Pero corren el riesgo de encerrarse en la “horizontalidad” de aparecer a continuación del escándalo del día. Los Kirchner sabían esto y construyeron entonces su propio “show”.

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El problema es que hablaron e hicieron política, pero no resignificaron las prácticas políticas y económicas detrás de ellas. Todo esto en un país que ya era lo que era y siguió siendo lo que es. Por eso el peligro de la pronta erosión de los derechos ganados. El Aparato Justicialista y la “Burguesía Nacional” ya negocian con el gobierno que llegó. Y la militancia solo se reservó el derecho al pataleo, que calza a la perfección para ser puestos a jugar el papel de “enemigos de la gente”.

Como voceros del show quedaron los personajillos que más miden (y por eso siguen teniendo “aire”) como el gruñón Brancatelli o la dupla romántico-barrial de Echarri-Duplá. Los intelectuales vuelven a quedar encerrados en los claustros. Solo allí pueden desplegar sus farragosos razonamientos. Ellos no miden. No dan bien porque no se adaptan a la lógica de derechazos y ganchos verbales de Intratables, tampoco pueden desplegar sus razonamientos en los post-latiguillos de Twitter.

Y el PRO tiene el camino abierto para expulsar “la grasa” (dixit) con amplio consenso, haciendo caer a todos juntos, al militante sin actividad técnica, ocupado en trabajar de “unido y organizado”, pero también al que había llegado al estado para intentar un cambio. La diferencia cualitativa entre uno y otro son detalles que no hay tiempo de explicar en un mundo que se mide minuto a minuto… frente a cámara, pero también fuera de ella: somos el país que habla como si fuera una gran cuenta de twitter, hay que tirar una frase ingeniosa e irónica que haga mella, no argumentar y escuchar para después replicar. De eso hablamos cuando hablamos de “espectacularización”, la cosa no se acaba cuando se apaga la tele, no desaparece en los pocos minutos en los que dejamos de mirar la pantallita del celu. Es una estructura mental de la época (añádasele los condimentos culturales nativos que se quiera).

El gobierno de Macri cuenta, por ahora al menos, con todo el apoyo de los principales directores de escena y con todo su coro griego, que hoy reprocha al héroe el haberse dejado llevar por los cantos de sirena y se habría ganado el destino trágico que llega. Las opciones están en sus manos y la escasez heredada (que nos guste o no, existe) será administrada por quienes ya sabemos cómo repartirán los castigos, pero también los premios (los Aranguren y los Brown en el gabinete no son casualidades).

Macri tiene su lógica mediática. El atril asesino y el balcón tribunero habían medido solo entre los fans, así que había que buscar otra forma de representación. Pero nos equivocamos si creemos que la lógica mediática de Macri pasa por los globos y las sonrisas.

A pesar de tanta pasión y diatriba pasada, el nuevo guión es una hoja en blanco: sin instituciones renovadas, la “justicia” se someterá a la demanda del poder de turno (como hasta ayer) y las medidas económicas también, y esto es independiente de las corrupciones reales, que fueron alevosas: los que sean procesados hoy no lo serán por haber sido efectivamente corruptos, sino para que se pongan jugar el rol de villanos en el capítulo de hoy. El rol de De Vido o Aníbal como “héroes del pueblo” solo es creíble entre los seguidores de la serie de culto a la que se dejó reducir el kirchnerismo (lo digo sin ironías, la realidad-simulacro es de todos).

La ventaja, no casual, de Macri es que no tiene que robarle aire ni al prensa del “corazón” y de alcobas (para la que el presidente la juega de “dulce marido y esposo”)  y, más importante aún, ni al “periodismo de denuncia” de Clarín. Es éste el que le está haciendo de constructor del relato y la escena. Los globitos y los perritos del bufonesco Durán Barba son un error del guión.

Habrá que ver qué rol juegan los nuevos actores como Stiuso. Parecía estar cumpliendo su papel disciplinadamente, aunque su oscuridad parece medir más que la letra asignada por el gobierno y Clarín. Pero a no sobresaltarse. Lo que impacta hoy, aunque salga del nuevo libreto, mañana es noticia vieja. La Biblia y el Calefón. Stiuso con Del Moro.

 

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