Tomás LüdersParo docente: de mártires, vagos y niños abandonados

Tomás Lüders04/03/2017
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Otra vez el hilo se corta por lo más fino. Otra vez un tema central queda reducido a falsa dicotomía que supone un juego morboso: maestros “haraganes” que se meten con los niños.  El problema con las falsas dicotomías, como ya enseñaba Althusser sobre la falsa conciencia, es que terminan generando su propia realidad.

Por eso, de lo que pasa con los chicos se terminan ocupando docentes y directivos que hacen “la patriada”con presupuestos magros … y esa es otra cosa sobre la que ya advertía el pensador francés: la ideología reduce los problemas estructurales a problemas de voluntad individual. Entonces si el sistema educativo colapsa sería por culpa de los maestros que viven de licencia, entonces, después, los docentes voluntariosos, preocupados por los chicos, ponen efectivamente cabeza y cuerpo para salvar la situación que supuestamente generarían sus “malos colegas”.

Así las cosas, mientras desde el arriba del estado protestan porque los 4 ó 5 días de paro que “tienen” al año los “hacen quedar mal ante la gente”, la realidad es que sociedad y funcionarios deberían agradecer y alegrarse de que todavía haya clases en escuelas colapsadas por cada vez más problemáticas sociales. Pero ¡qué va! si estamos hablando de los mismos funcionarios que piden a los directivos que los estudiantes pasen de año para poder cuidar las cifras ante su adorada gente. Después, cuando los chicos no pueden ni leer ni sumar, ahí vuelven a estar disponibles los maestros para recibir todas las cachetadas.

Y ahí están también los medios (¡ay los medios!) que demonizan lo que antes habían idealizado: la cámara y el cronista meloso retrataban hasta hace minutos a la seño-mártir que además de matemáticas y lengua le daba de comer y le quitaba los piojos a los chicos. “¡qué entrega!” decían ayer.

Y también los gobiernos “progresistas” –va a haber muchas comillas en este párrafo, pero más que una carencia de estilo es una carencia de la realidad performada y perforada por estas falacias– que se auto-felicitan por la “inclusión” y el retorno a la escuela de miles de millones que estaban afuera cuando en realidad lo que sucede es que “seños” y el “profes” ya desbordados de pronto se encuentran haciendo de trabajadores sociales, especialistas en adicciones, enfermeros, ecónomos y nutricionistas. Así, las escuelas se han convertido en dependencias de las carteras de Acción social y Seguridad antes que de la de Educación.  Y claro, cómo no, la mayoría de los docentes van a ponerle el cuerpo al bache…  otros colapsarán y otros esquivarán la carga.  Pero resulta una verdadera ironía cómo la asunción de que todos los problemas se resuelven con educación haya derivado en transformar a las escuelas en casi todo menos escuelas.

Claro que es bienvenida la “entrega vocacional”. Pero la idealización de la entrega es la mejor coartada que tiene el Estado, sus políticos de corto plazo y sus burócratas, para delegar sobre el esfuerzo particular un problema que solo se sigue agravando: contrapuesto a un mártir, un docente que protesta parece un demonio.

Después, ¿cómo no?, “salta la térmica”, siempre en el marco de la discusión salarial… y entonces los mártires vuelven a ser todos vagos avarientos, pero menos mal ahora que está ahí la nueva gran Santa Nacional del país que es la gobernadora bonaerense que ya tiene a sus apóstoles-voluntarios… ¿en serio? ¿En eso vamos dejar la cosa en la dicotomía Baradel y sus haraganes y María Eugenia y sus voluntarios patriotas?

Así las cosas, hoy los padres están indignados…. ¡¿cómo puede ser?! Se preguntan mientras analizan a dónde colocan al chico mientras van a trabajar.

Todos hemos escuchado la triste anécdota de la maestra que escribe con errores de ortografía en el pizarrón… los docentes que conozco no lo hacen,  pero el punto no es ese, sino a qué viene la pregnancia del relato: un país atravesado por la marginación, la anomia y la degradación moral en todas sus clases sociales y profesiones se permite indignar por no tener docentes de nivel escandinavo que lo solucionen todo.

En ese mismo país, los mismos padres que no saben o no pueden ponerle límites a sus hijos, no los estimulan a valorar al saber y denigran a los maestros son los que luego le piden a la Escuela que le inculque valores y conocimiento a la nena y al nene.

Son bienvenidos entonces los voluntarios, eso sí, la soberbia de creer que pueden hacer en días lo que la enorme mayoría de los maestros intenta durante años les va a durar bastante poco. Pero al menos la experiencia servirá para que observen y huelan de manera directa la realidad de las aulas y dejen de verla por las pantallas de algún canal oficialista.

 

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