Tomás LüdersOpinión: un nuevo relato, eficiencia

Tomás Lüders23/10/2017
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Con candidatos provinciales casi desconocidos, apenas marcas que reenvían a Buenos Aires, Cambiemos tiene en sus manos el futuro da la provincia

 

En Santa Fe la gente habría votado “eficiencia” frente a las supuestas dilaciones y rodeos del Frente Progresista que encabeza el socialismo.

Lo cierto es que, más allá de los estilos retóricos y las formas con las que se toman las decisiones, el gobierno provincial tuvo su eficacia en ciertas cuestiones y sus límites en otras. Como sucede con todo gobierno, incluido aquél con el que se lo compara de base, el primer laboratorio del PRO: la ciudad de Buenos Aires.

En Santa Fe hubo menos énfasis en la obra pública vial, pero mucho en áreas que parecían menos visibles (hasta que en Venado se abrió el nuevo hospital y antes se amplió el ex Normal) como Salud y Educación. Elegir a dónde se ponen los recursos, sobre todo cuando la sábana es corta, es una cuestión de prioridades y principios. Pero para una clase media que no recurre a la salud pública, ni tiene entre sus prioridades que los docentes ganen un sueldo más o menos cercano a la calidad educativa que demandan para sus hijos e hijas, la del actual gobierno provincial es una inversión pública que no responde a sus demandas. Lo mismo para sectores sociales de clase trabajadora que se identifican con con ese posicionamiento social, siempre más sostenido en un imaginario aspiracional que en variables económicas actuales.

Por supuesto que en Santa Fe no estamos dentro ni de una panacea educativa ni sanitaria. Pero esto es Argentina, y toda mejora se realiza sobre duros condicionantes culturales y materiales, tan estructurales los unos como los otros.

No hay afuera del Relato

Los hechos existen, las cosas suceden. Pero las interpretaciones, subjetivas, son inevitables. Es imposible “ir a las cosas” sin que medie un posicionamiento ético-político particular. Se puede ser más o menos consciente de este posicionamiento, se puede tener más o menos crítica y posibilidad de tomar distancia sobre el mismo, mantenerlo abierto, supeditado a la escucha, pero no existe “objetividad última” sobre la que sostenerlo.

Quien pretende hacer política desde el lugar de lector privilegiado de una cierta verdad independiente de sí mismo, lo que en realidad hace es sostener su posicionamiento desde un autoritarismo recubierto de ideologismo científico o religioso. Y ni la religión ni la ciencia conciernen a lo político, que es el terreno de las decisiones tomadas sobre lo indeterminado –por eso hablamos de política, y no justamente de ciencia o de religión–.

Así las cosas, cuando se apuesta a una fuerza cuyos candidatos se desconocen –son sostenidos como marcas vacías que reenvían al imaginario trazado a partir de las Buenos Aires (único lugar del país desde el que emanan los significantes nodales de lo que se percibe como “realidad nacional”) también se está apostando por un relato. Se apuesta por una cierta idea de orden, una cierta idea de eficiencia y una cierta idea de justicia. Lo que se sabe, como dato duro, es que en la Ciudad de Buenos Aires se viene interviniendo (con muchísimos más recursos per cápita que en ningún otro distrito del país) más en obra pública y transporte que en salud y educación. Se sabe, claro, que allí también la corrupción viene siendo un factor decisivo en la asignación de esa obra pública, aunque, frente a los comparativamente muy malos índices de eficacia costo-resultado que arrojó el kirchniersmo, se considera que el “gasto” en corrupción de las gestiones macrista es secundario. Desde este relato, esa corrupción se relativiza frente aquella otra. Lo que en aquél sería escencia, en éste sería accidente.

En Santa Fe, y en nuestra ciudad, Cambiemos ha sumado y concretado una renovación política. Hay dirigentes nuevos y, con la minoritaria excepción de Ciudad Futura (a la izquierda del espectro), es de las pocas fuerzas que convocan a nuevos participantes. Pero éstos se suman y se montan sobre viejos armados, viejas figuras, tan distantes de la eficiencia buscada como de la pureza pretendida. Pero cada relato en el que se elige creer elige sus propias zonas de oscuridad sobre los hechos –no hay “blindaje” mediático que alcance cuando alguien quiere ver y oír–.

Así las cosas, nuestra provincia se suma a la ola amarilla. La ciudad no lo hace, no directamente al menos, porque aquí ganó un Frente Progresista encabezado por una fuerza que, aunque no haya “sacado” aún “los pies del plato” se representa más cercana a Cambiemos en su estilo retórico y sus pocas, pero decisivas, pinceladas programáticas.

Es de ellos el futuro, ellos deberán y podrán llenar de contenido el cambio buscado.

 

 

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