Tomás LüdersOpinión: Milagro Sala, una presa política que también tiene que rendir cuentas

Tomás Lüders23/02/2016
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Es Milagro Sala una presa política, sí lo es.

La “justicia” argentina actúa con ritmos políticos (en el sentido más descarnado, anti-popular y anti-republicano del término). “Juzga” de acuerdo a quienes ocupan las magistraturas electivas de turno. Es decir, no juzga, acata o negocia, independientemente de la culpabilidad real de los procesados.

¿Fue o puede ser considerada una víctima de “la lucha contra el poder” o el sistema? Creo que la respuesta es mucho más compleja. Y no porque considere que Gerardo Morales, su némesis, no sea un referente del entramado del poder más rancio de Jujuy. Lo es.

Pero la discusión no puede empezar por ubicar a Sala en el lugar de la “víctima absoluta”, tal la expresión que usara Carlos Nino para referirse a las víctimas de la salvaje represión de la última y más sanguinaria Dictadura.

Recordemos, que con incuestionable justicia, el pasado oficialismo puso en escena a los sobrevivientes y a los familiares de las víctimas (víctimas también ellos) de la desmesura homicida y torturadora del llamado Proceso. Se trataba de hacer una demorada e imposible reparación de un daño irreparable.

Pero también recordemos que se las puso en escena ante cada acción política, a menudo frente actores de cuestionable legitimidad ética, pero también, y al mismo tiempo muchas veces, a menudo frente a acciones que ameritaban discutirse y analizarse. La escenificación y la recuperación de la memoria para enmarcar la acción política, justo en ese momento, nos ponía a todos frente a la opción de hierro de estar con el Bien o con el Mal. Quedaba así clausurada la discusión sobre los motivos reales por los que en ese momento se atacaba al Mal o el supuesto Mal. Quien quisiera abrir, con toda legitimidad, la discusión, era acusado rápidamente de hacerle  “el juego al bando de los intereses mezquinos”, a menudo salpicado por la sangre de los 70s (muchas veces efectivamente salpicado por esa sangre). Y sin embargo, sucedía que a menudo los Malos eran descubiertos como Malos solo cuando colisionaban contra los intereses del gobierno (intereses legítimos o no, pocas veces la cuestión alcanzaba claridad). Mientras tanto, del lado del Bien se acomodaron con facilidad figuras más que cuestionables.

Sala, su origen, y su referencia al mismo en el nombre y los rituales de su agrupación, una agrupación para-estatal, remitía a los derrotados de la conquista, a los colonizados y a los explotados de entonces, y oprimidos de ahora. Lo hizo en el contexto de una sociedad desde siempre conservadora, no de clases, sino directamente de castas.

Construyó un estado paralelo que distribuyó bienes entre esas víctimas. Pero, ¿distribuyó derechos? ¿Les dio una dignidad social y una ciudadanía política desde siempre negada? ¿Repartió además de manera equitativa y con transparencia lo que debía repartir? La respuesta parece ser negativa. Dio, pero sometió. Algunos, argumentan que se trató de “violencia de abajo contra los de arriba”. Todo parece haber tenido más de violencia de los de arriba, de los nuevos ubicados arriba, que resistencia étnica y de clase de las víctimas de entonces y ahora.

Claro, no será frente a esta “Justicia” que Sala podrá rendir cuentas. Pero deberá hacerlo en algún momento. Como tantos otros que se refugiaron en el argumento de ser o representar al Bien.

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