Tomás LüdersLos más duros rivales del Frente Progresista… son sus mismos candidatos.

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El senador nacional socialista por Santa Fe y precandidato a gobernador por el Frente Progresista, Rubén Giustiniani, insiste con un discurso contemporizador y explícitamente anti-agravios, luego de haber recibido varios misiles retóricos de parte de Hermes Binner y de su candidato y Ministro de Gobierno, Antonio Bonfatti. Ambos llegaron sostener que han tenido mejor relación con los senadores de la oposición que con el legislador de su propio partido. Vale recordar que las bancas de la oposición están ocupadas, nada más y nada menos, que Carlos Reutemann, posiblemente el opositor con quien más duros cruces ha tenido Binner en toda su historia política, y la inefable Roxana Latorre.

Aunque, para ser justos, según el diario La Capital, el legislador nacional y líder de la ortodoxia socialista santafesina había deslizado antes, durante en un acto proselitista por el interior de la provincia, que el candidato-ministro estaba usando “el aparato provincial” para apuntalar su campaña. Como haya sido, muy inteligentemente Giustiniani ha optado luego por esquivar cualquier polémica, y desde hace tiempo viene insistiendo en que la suya es una campaña de “propuestas y no de agravios”, lo que lo estaría poniendo frente a la opinión pública en una cierta posición de superioridad moral. "Gane quien gane, después del 22, vamos apoyar al vencedor de la primaria para enfrentar al peronismo y al PRO", dijo esta semana. Sucede que los frentistas que decidieron, por las razones que fueran, enfrentarse al delfín del Gobernador, se encontraban desde el principio en una posición complicada: tener que capitalizar como activo la continuidad del proyecto encabezado por Binner, y a la vez desafiar su liderazgo.
 
Complicando aún más las cosas, dado que Bonfatti está teniendo una interna mucho más de difícil de la esperada, tanto a él como a su líder político (que siempre hablan en absoluta consonancia) han subido el nivel de confrontación con sus adversarios internos más allá de lo recomendable para dirigentes que han hecho de los buenos modales y la mesura uno de sus principales activos. Esto, lejos de complicar la estrategia discursiva de Giustiniani, se la ha simplificado: frente a la falta de encuestas confiables, las durísimas críticas de la dupla Binner-Bonfatti aparecen como el mejor índice de la fortaleza electoral senador y de la correlativa debilidad del candidato binnerista. Los dichos del gobernador y su ministro político no hacen sino dejarlos a ellos mismos, y no quien critican, en el incómodo lugar de retadores en la disputa por el título.
 
El excesivo personalismo de la política vernácula, que no es un estilo propio de Binner sino la característica principal de todas las democracias occidentales, lleva a que la gente elija personajes antes que partidos y programas. En este sentido, lo más probable es que si hubiera reelección en Santa Fe, Binner habría de ganarle a Giustiniani. Pero esta no es una posibilidad, y mal que le pese, parece que en el imaginario colectivo la persona que más se asocia a las virtudes y diferencias que él simboliza no es su preferido, sino su principal rival interno. Y es que si bien Bonfatti aventaja al senador en experiencia de gestión, este último es varias veces más conocido en los medios nacionales. Binner entonces tiene que aceptar las paradojas de vivir en una democracia en la que el reconocimiento mediático es lo principal.

Hoy la preocupación del gobernador y el ministro-candidato es cada vez más evidente, y para colmo, frente a la estrategia del senador de no contestar a los ataques, y ante el riesgo de aparecer como los únicos exaltados de la campaña, tuvieron que salir a decir que no dijeron lo que sí dijeron sobre Giustiniani (este columnista fue testigo directo de las acusaciones del gobernador, que tiene grabadas para quien quiera escucharlas).

Sin embargo, la publicidad radial de Bonfatti (siempre “+ Binner”), anuncia casi catastróficamente cada cinco minutos que la continuidad de los cambios “únicamente estará garantizada con su victoria”. Dejan sobreentender entonces que votar tanto Giustiniani como al candidato radical, Mario Barletta, es igual o casi igual de negativo que votar por el justicialismo.

Por el lado del intendente capitalino y precandidato de la UCR, las cosas no aparecen más simples. Después de haber comenzado la campaña muy arriba, ahora estaría perdiendo por mucho frente a los dos socialistas. Barletta finalmente ha debido asumir que es el retador más débil, y por eso esta semana salió a pegar fuerte. De ahí la ratificación que hizo de la denuncia de uno de sus hombres, el diputado provincial Darío Boscarol, quien sostuvo que Bonfatti estaba usando subsidios de la administración provincial con fines proselitistas. Una gravísima acusación como esa haría ruido incluso si la hiciera alguien desde la oposición, pero resulta mucho más escandalosa cuando su autor se muestra paralelamente como continuador del proyecto del acusado.
 
Igual, a pesar de haber hecho denuncias tan graves, Barletta se muestra aún en todos sus afiches junto al “acusado” Hermes Binner.

Ante tan duros dichos primero Binner, y luego Bonfatti salieron a decirle al intendente capitalino que si “tenía pruebas que las presentara ante la justicia” y que no se “dignarían a responder semejantes acusaciones”. Bastante altaneramente, Bonfatti agregó además que lo de los radicales era una agresión desesperada frente a la inminente derrota que sufrirán en las internas. Frente a Barletta sí pudieron exhibir una posición de fortaleza, sin embargo todo el escándalo desdibuja aún más la imagen del Frente ante el electorado.

Una interna es un indicador de la democracia que hay dentro una misma fuerza política. Y sin dudas los candidatos necesitan enunciar los factores y virtudes que los diferencian de sus competidores internos. No obstante las diferencias no deberían ser mayores que las que se manifiestan respecto de los rivales de otros partidos, ya que si no reducen a su agrupación a un rejunte cuya único factor de cohesión es la pragmática electoral.

Con toda esta escalada de ataques recíprocos, los precandiatos socialistas y radicales no hacen sino poner en evidencia diferencias que la opinión pública no percibía, a la vez que le dan sustento a los dichos justicialistas que sostienen que lo de los radicales y socialistas no es más que un rejunte anti-PJ.

Respeto por las instituciones y capacidad de consenso son dos de los atributos que llevaron a elegir al Frente a quienes rechazan tanto las prácticas del peronismo santafesino, como el estilo antagonizante del kirchnerismo. Nadie hizo tanto como los propios frentistas por resquebrajar ese capital político.

Por: Tomás Lüders

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