Tomás LüdersAnálisis: Boudou, un exponente de la neo-derecha en el seno del Gobierno

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Por Tomás Lüders

No es un justicialista pragmático como Aníbal Fernández o…  Eduardo Duhalde (i.e. sin ideario y con ética “flexible”), vine de otro palo. Es un joven de la clase media antiperonista formado en universidades privadas. Pero como buen miembro de la generación posmoderna, tampoco sabe lo que significó ser gorila. Fue no-peronista no por una cuestión política, sino estética.

Hasta no hace nada adscribió al llamado neoliberalismo –es decir las políticas desregulatorias de la economía “a cualquier precio”- . Como gran parte de su generación, sólo es fiel a las marcas de época. Puede hablar de ideologías, pero es sociológicamente incapaz de entender y sentir pasiones ideológicas. Por eso, antes de proclamarse un hombre K, jamás defendió ideales cuya legitimidad se sostenían en el apoyo de minorías que se sienten ilustradas o entre sectores moralmente conservadores. Su razón de ser fue siempre el pragmatismo.

El ex gerente de la Anses es un claro exponente de lo que, a falta de mejores etiquetas,  es llamado neo-derecha: consumista sin vueltas, amante de lo cool y celebrityland. Hasta entrar en el gobierno, su dialecto era el español plagado de anglicismos provenientes del neo-mangement: out-sourcing, downsizing, just-in-time…

El publicitado confesionario de Wikileaks lo reveló admirador de América (léase Amerrica, con las vocales pronunciadas bien en gringo). Es parte de esa camada de jóvenes con nula formación política, pero bien instruidos en un realismo utilitarista que fue el sentido común hegemónico durante los denostados noventas. Boudou es referente privilegiado de una camada de dirigentes siempre flexibles a la hora de intentar persuadir su electorado con los argumentos de moda. Como su único deseo es el reconocimiento a partir del narcisismo vacío, es capaz de acomodarse en cualquier movimiento hegemónico que le ofrezca posiciones de poder.

A la hora de elegir pareja, se enamora de la versión de sí mismo en el género opuesto. Por eso sale con una periodista de Cé-cinco-Ene. Junto a su “chica”, le gusta pasear de día por Palermo Soho y disfrutar por la noche del local porteño que esté de moda.

Boudou pudo ser macrista o duhaldista, si estos hubieran sido los significantes personales del poder actual. Pero los avatares del hoy argentino le indicaron que le convenía por lejos elegir ser kirchnerista. Y como el Kirchnerismo se legitimó apelando a un difuso ideario nacional y popular, para volverse parte del organigrama del Gobierno Nacional debió –sin hacer un mea culpa- renegar de las políticas que apoyó en los 90s.

De cualquier forma, el fondo pragmático que recubre el  discurso naquipop del movimiento K, más la seducción que ejerce sobre Cristina Fernández la brillante estética mediático-global  (que no es lo mismo que hablar de “los medios”) le permitieron a este hombre acomodaticio y obsecuente disfrutar de la simpatía de la actual mandataria. Por el contrario, al más hosco y provinciano Néstor Kirchner, la figura cool de Boudou no lo seducía, sino que le generaba rechazo.

El Hoy determinó que no había mejor figura que la suya para ocupar el espacio, más imaginario que real, de la vice-presidencia. Cobos is dead, God saves Amado!

 Ver más en Venado 24: Fernández de Kirchner eligió a Boudou

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