Por: Silvina Buljubasich
La psicoanalista Giancarla Antezana escribe: “La subjetividad en el siglo XX, lejos de estar marcada por la culpa y la vergüenza, como en la época de Freud, se sostiene en el marco de la perversión, el cinismo y la desvergüenza”
En días como estos la definición de Giancarla adquiere un peso singular. Las asociaciones que necesariamente surgen son, el poder manifestando su cara más atroz: el abandono y la violencia.
A las puertas de una elección legislativa, asistimos a escenas casi bizarras. Una ex presidenta burlándose de su entrevistador, insultando a sus pares y riéndose de situaciones que son realmente trágicas.
Por otro lado los que se sienten triunfadores, ostentan sin ningún indicio de pudor sus miserias más profundas. Es decir, un deseo, según el psicoanálisis, se conoce por sus consecuencias
De acuerdo con esta especie de puntuación definitoria, y teniendo en cuenta los resultados de las PASO. Una polarización a lo largo y ancho del país entre dos fuerzas políticas, que llevan en sus entrañas resquicios de otras fuerzas, con complejas alianzas, ya que responden en ocasiones, a ambas, una a nivel nacional y a la otra a nivel provincial.
¿Se puede inferir que estas dos grandes corrientes responden a una misma estructura? A saber ¿La perversidad?
Se supone que políticos que llegan donde han llegado personas como el actual presidente de los argentinos, la ex presidenta, candidatos a legisladores, han sido movidos por sólidas convicciones. Causados por un deseo, en este caso, a un lado y al otro. ¿Podría tratarse de un deseo perverso? ¿Por qué?
Si nos remitimos a Freud, él señala que lo que opera en el origen de la perversión es la renegación que se efectúa ante el descubrimiento de la castración materna. La renegación actúa contra una percepción que viene de la realidad. En la perversión sólo hay respuestas. El perverso se asegura la angustia del otro.
Optar entre maldades
El 22 de febrero de 2012, 51 personas murieron en un “accidente” ferroviario, plasmado en la memoria de los argentinos como Tragedia de Once.
El silencio de aquel momento se transforma siete años después, en inocencia, la presidente en 2012, Cristina Fernández de Kirchner, y candidata a senadora por Unidad Ciudadana hoy, niega su responsabilidad en tal desastre, deslindando todo el peso de lo sucedido en el chofer del tren. Sin tener en cuenta la corrupción y el descontrol que imperaba en esa línea.
Con el caso Santiago Maldonado sucede, estructuralmente, algo semejante. Un gobierno desentendido de los derechos humanos, (sucede a otro que los ha utilizado) no explica la desaparición del joven durante un operativo seguido de represión a cargo de Gendarmería Nacional en una protesta mapuche en el Pu Lof de Cushamen en la provincia de Chubut.
Desde ese momento el Presidente, su ministra de seguridad, su jefe de gabinete se manejaron de manera torpe e indecente. Negando la desaparición, ensañándose con la víctima, inventando disparates.
Un párrafo aparte merece la candidata a diputada en la ciudad de Buenos Aires por Cambiemos, Elisa Carrió, que logró el 49,55 de los votos. Hasta la fecha conocida como defensora de la República, abanderada de la honestidad, se podría llevar el título de despreciable, por las últimas y reiteradas declaraciones sobre el caso Santiago Maldonado.
Todo esto decanta durante esta campaña electoral. Emergen las preguntas. Muy útiles en este proceso. La posible perversidad de quienes se disputan la representación de los ciudadanos ¿Es ignorada por estos? ¿Existe una preocupación y una conciencia por parte de los electores, respecto a los ideales democráticos? ¿hay que despertar?
Consultada sobre la Tragedia de Once, CFK responde “El tren frenó en todas las estaciones antes, pero el chófer no accionó el freno. Si vos no frenás y te estrellás, bueno”
Cristina y su marido habían tenido varios reclamos por el pésimo funcionamiento de la línea Sarmiento. Su respuesta fue desacreditar dichas demandas y a quienes las encabezaban. Llegaron a encarcelar al conocido Pollo Sobrero, delegado de la Unión Ferroviaria en 2011, en un intento de amedrentamiento. Sobrero fue puesto en libertad por falta de pruebas. Su auto fue incendiado frente a su casa cuatro años después en 2015.
Estas son las respuestas por parte del Estado, a las víctimas y a los que las acompañan. Invisibilización y violencia.
El paradigma del abandono se nombra Lucas Menghini Rey, 58 horas permaneció su joven cuerpo entre el tercer y el cuarto vagón, luego de que chocara una formación de vagones en pésimo estado, atestada de gente viajando en condiciones infra humanas camino a sus trabajos diariamente.
Más cercano en el tiempo, el 1 de Agosto resuena otro nombre Santiago Maldonado. Hubo represión durante una manifestación mapuche. Otra vez el abandono, la descalificación de la víctima, la estigmatización de su familia.
La invisibilización de los que no tienen voz.
El 2 de septiembre mientras miles de personas, en diferentes lugares del país, reclamaban por la aparición con vida de Santiago, el presidente Macri, recorría Mendoza y degustaba helados de sabores exóticos. Sin mencionar nada. “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse” escribió Ludwig Wittgenstein. Claramente, Macri no pudo.
Lo que no se hizo en aquellos días, no puede enmendarse hoy.
La historia de las fuerzas de seguridad de la Argentina es bien conocida, no hacía falta semejante defensa, que debiera llamarse ocultamiento o desinterés por acercarse a la verdad.
No es la intención de quién escribe internarse en los pormenores de ambos casos, ya que bastante información circula en los diferentes medios de comunicación.
Si lo es, en cambio, causar algún tipo de reflexión de cara a las elecciones del próximo domingo.
¿Cambiamos? ¿Seguimos creyendo que elegimos, cuando en realidad optamos entre dos caras la misma perversión? A cada quien su parte. A nosotros, los ciudadanos, la nuestra.