Por Mauro Camillato
La TV muestra una y otra vez hasta el hartazgo personas vinculadas al kirchnerismo contando dinero de manera descarada. Ni hablar de los Jaime,Baez, Cristobal López, Bouduo y etc (un largo etc) que pululan por todos lados. Y mientras tanto gracias a los Panamá Papers nos enteramos que nuestro flamante presidente tiene sociedades offshore. Aunque aquí vale la aclaración, ¿alguien esperaba otra cosa? Era sabido, esperable o como quieran llamarlo que en algún momento saltaría algo así del integrante de una de las familias que amasó su fortuna siendo prebendaria del Estado.
“Estamos perdidos, no tenemos salida”, me dice mi amigo pesimista. Y quizás tenga razón, es que el gran problema argentino parece ser sobre todo ético. Aunque lo consuelo exhibiendo lo que sucede ahora mismo acá cerca en Brasil y lo que ocurrió allá, un poco más lejos, en Italia. Y que en todo caso los Panamá Papers incluyen a líderes de diversos lugares del mundo.
De todos modos es difícil no sorprenderse, al ver las manifestaciones de apoyo a Cristina en ocasión de su llegada a tribunales para declarar en una causa menor (en el contexto de las otras que tiene abiertas) y el insólito escenario que le montaron desde la misma justicia. O los malabarismos semánticos que intentan hacer los macristas (y hasta ciertos periodistas) para explicar la legalidad de las offshore del presidente.
Así por un lado los “manifestantes” demostraron que no les interesa lo que diga la justicia sobre la ex mandataria, no les importa la posibilidad de existencia de pruebas (o todo lo contrario) sobre la existencia de hechos de corrupción sino parten de la premisa que suceda lo que suceda ante todo Cristina es inocente.
Por otro lado, también ciertos sectores justifican la existencia de las offshore indicando que en todo caso no son ilegales. Ahora la pregunta es: ¿por qué se abren sociedades en paraísos fiscales? La respuesta es simple: para evadir. Pero también desde el propio gobierno argumentan que una de dichas empresas, Fleg Trading, (parece que luego le descubrieron un par más, sobre las que nadie dijo nada todavía) finalmente fue armada en vano porque no tuvo movimiento alguno, o sea eso exime al presidente de cualquier culpa. Quizás valga la pena recordar la premisa kantiana (Imanuel Kant) de la “buena voluntad”, esto es: “Ninguna acción es buena si la intención que la mueve no es buena”.
La ceguera
En realidad, el gran problema argentino parece ser la ceguera. “La ceguera no está solamente en los ojos morales de los actores en esos sectores, está contagiándose también en toda la sociedad, que contempla pasiva y permisivamente la corrupción y nada hace para impedirla, incluso es tanta la ceguera y torpeza que a la hora de las elecciones para las responsabilidades políticas no son capaces de ver que vuelven a elegir a los mismos corruptos que les están robando dinero, oportunidades y esperanzas”, dice Zygmunt Bauman a propósito de su último libro escrito junto a Leonidas Donskis, La ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad liquida (Paidós/ 2016).
Bauman y Donskis nos advierten que la ética se ha debilitado tanto, que estamos ciegos y hasta prescindimos de ella, lo que importa es ante todo el placer personal. Algo similar hace unos años sostuvo el francés Gilles Lipovetsky, cuando en “El crepúsculo del deber. La ética indolora de los nuevos tiempos democráticos ” (Anagrama) dice que la ética/el “deber” quedó relevado por el placer que busca la felicidad individual y subjetiva y en todo caso el signo de época es el consumo por el consumo mismo.
“Estamos perdidos, no tenemos salida”, insiste mi amigo. “La salida parece ser ética”, le respondo, aunque por ahora con nuestros actuales gobernantes y con la ceguera ciudadana es difícil visibilizar tal salida. De hecho, Lipovetsky, también sintetizó: “El siglo XXI será ético o no será”.Mirando a nuestro alrededor parece que, por ahora, no será.