Mauro CamillatoOpinión: Fin del Mundial vuelta a la realidad

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Por Mauro Camillato

Ya está, finalizó el Mundial, quizás sea el momento de volver a la realidad. Mirar a nuestro alrededor para empezar a preocuparnos un poco más porque el dólar sigue yéndose al carajo, porque la inflación no para, por los puestos laborales que se están perdiendo, por un gobierno que sigue tratando de convencernos que está todo bien mientras no hay dudas que las cosas se están poniendo día a día más espesas, en síntesis por el cruel destino argento de dar vueltas en espiral y caer una y otra vez en distintas crisis. “No aprendemos más”, me dice un amigo mientras escuchamos a un comentarista televisivo en esos programas políticos (o realities políticos podríamos decir) donde nos avisan que se vienen nuevas medidas de ajuste. Y nos lo informan con la mejor cara de póker sin referenciar que esas nuevas medidas siempre perjudican a los mismos, o sea a los que menos tienen.

Es que el discurso de “la hora” es que la Argentina tiene que acostumbrarse a que no puede gastar más de lo que tiene. Hasta Lanata, (aquel que supo ser “el periodista” progre e innovador de otras épocas) repite dicho argumento como una verdad de Perogrullo. “Claro que es verdad que no se puede gastar más de lo que se tiene”, me repite mi amigo haciendo alusión a la situación particular de cada uno. Lo que no dicen los legitimadores del nuevo discurso único es  que el problema no es sólo el gasto sino lo que se recauda. No es cierto que la única salida es ajustar y achicar, más vale el Estado podría preocuparse por intentar “juntar más” mediante algún tipo de reforma impositiva más progresiva o, en todo caso, por lo menos logrando que los beneficiados de siempre dejen de evadir o que aunque sea no se lleven sus “monedas” a paraíso fiscales.

Pero si esa pelota hubiera entrado en los segundos finales del partido, quizás íbamos a los penales y se comenzaba a repetir la historia del 90. Por qué no, si en ese Mundial también jugamos muy mal y sin embargo llegamos a la final gracias a Goycochea. Y de paso así tirábamos un par de días más especulando cómo va a formar la selección para el próximo partido (ya que Sampaoli nos acostumbró a que no repiten nunca los 11), o a seguir soñando que ahora sí Messi nos va salvar. Casi como Macri que también parecía que era el salvador, pero ahora parece que no tanto o más bien todo lo contrario.

Mi amigo me insiste que no sea pesimista, que solo quedamos afuera de un Mundial. Y de paso me echa en cara que yo mismo hace un par de semanas cité a Borges (Jorge Luis) recordando que él decía algo que el fútbol era una estupidez, entonces para qué amargarse por quedar afuera de un Mundial. “Y en todo caso – me achaca- más preocupante es lo que pasa con la situación económica”.

Y claro, no encontramos el rumbo, seguimos improvisando, cambiamos tres técnicos en el transcurso de las eliminatorias y era lógico que nos terminara yendo mal. Encima todo el desbarajuste con la AFA, aquella votación empatada, la posterior alianza Macri/Moyano que culminó con el impresentable de Claudio “Chiqui” Tapia como presidente. Un calco de lo que sucede con el equipo económico del gobierno, ya cambiamos varios actores (ahora al último que rajaron fue a Federico Sturzenegger del Banco Central para cambiarlo por el rey de las offshores Luis Caputo) pero los resultados siguen siendo los mismos.

También es cierto que los argentinos somos todos opinadores seriales sobre fútbol, todos nos creemos que nos las sabemos todas porque alguna vez pateamos la pelota en algún descampado. Lo mismo pasa con la política y con la economía, pero ahí el tema es algo más complicado. Además (como también dijimos en nota anterior) en el fútbol nos permitimos el fanatismo, pero en la política esos sentimientos no deberían ser parte. Pero por acá somos así, todo lo tomamos de forma pasional, todo es Boca o River, blanco o negro, otra vez  la grieta.

Y encima todo se potencia con la existencia de ese nuevo canal de comunicación que son  las redes sociales, esas que según nos alertó Umberto Eco antes de morirse, “(…) le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”. Como nunca “la invasión de los idiotas” triunfó en el Mundial, los mensajes de whatsapp, los posteos en Facebook o en Twitter proliferaron como nunca pero lo peor es que nuestro denigrado periodismo deportivo (¿sólo deportivo?) los convirtió en verdades reveladas. Y, casi sin querer, nos transformamos de opinadores seriales a “chusmas seriales”.

Mientras, ayer después del partido, Jorge Sampaoli alertó: “No estoy pensando en irme”. A Macri nadie le pide que se vaya, (a pesar de las exageraciones que se escucharon luego del fallido e inoportuno discurso del Pollo Sobrero que él mismo se encargó luego de aclarar) pero si se reclama a gritos que cambie el rumbo tomado. Pero nuestro presidente y los suyos siguen insistiendo a pesar de las evidencias del caso que “el camino es el correcto”.

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