Mauro CamillatoMotos, pibes y descontrol en las calles venadenses

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Por Mauro Camillato

Salían de todos lados, a mi derecha, a mi izquierda, delante, detrás, era como un torbellino que no paraba. Solo atiné a levantar el pie del acelerador, acariciar el pedal del freno y  esperar, solo esperar que pasen.

Recién había transcurrido una hora del último día del año y empezaba a arrasar una llovizna persistente acompañada de un fuerte viento que presagiaba una tormenta mayor. Quizás por eso todos los motociclistas que andaban por el centro de Venado pensaron que era el momento de partir, huyendo de ese clima que les jugaba una mala pasada justo en una madrugada previa a los festejos del fin de año.

¿De dónde salieron tantas motos?“, me preguntaba una y otra vez mientras seguía con mi mirada atenta para un lado y el otro. La avenida Casey en ese momento era un verdadero caos y todos los automovilistas que estábamos ahí seguíamos casi paralizados, avanzando a paso de hombre. “¿Cómo puede ser que todos, absolutamente todos estén sin el casco reglamentario?”, me seguía preguntando. Encima en varias de las motos se trasladaban más de dos personas. Ni hablar de aquellas que ni siquiera tenían luces.

¿Dónde están los controles?” Es la otra lógica pregunta que me emergió en ese momento. “¿Cómo puede ser que pocos días después del casi trágico accidente que provocó un motociclista de tan solo 15 años no se hayan intensificado los controles?” Santiago (16 años) está vivo casi de milagro pero su vida quedará marcada para siempre. Es que el viernes 22 de diciembre último pasadas las 21 se dirigió con su padre a un carrito de comida ubicado en Jujuy casi Santa Fe a comprar un par de lomitos, pero cuando se bajó del auto fue atropellado por el otro pibe que pasó el semáforo en rojo con la moto que le había usurpado a su madre y luego huyó.

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Santiago sufrió importantes golpes en su cabeza, fue intervenido un par de veces y su pronóstico no era alentador. Pasó varios días en la terapia intensiva del nuevo hospital  y su recuperación es sorprendente.

Sin embargo esa historia que entristeció una gran parte de la ciudad y que hizo que se organizaran cadenas de oración en las puertas del nosocomio provincial parece que no movilizó de la misma manera a nuestros dirigentes. O por lo menos no fue suficiente para tomar verdaderas cartas en el asunto.

Pude salir despacio de ese torbellino, aunque seguí cruzándome en el camino con más motos que pasaban a importante velocidad. Me fui a dormir con esa imagen de la avenida Casey que me rondaba una y otra vez. Y pensé en Santiago. Y volví a pensar en la ausencia de controles (por lo menos de controles efectivos). Pensé en esos pibes que andan con sus motos desguarnecidos en una actitud “casi suicida” y  que a veces se puede convertir en “casi asesina”.

Me levanté nuevamente recordando eso, de hecho incluí en mi nota de balance del 2017, que culmine esa mañana, un cierre que no tenía pensado antes que dice textual: “párrafo final para un tema que sigue siendo una de las deudas más importante de la ciudad, otra vez fue alarmante el índice de muertes (12 según nuestra estadísticas)  por accidentes de tránsito en la zona urbana, la mayoría protagonizado por motociclistas que circulan sin cumplir las reglas mínimas. No hay dudas que el fracaso estatal es más que evidente”.

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Ya en la tarde del 31 cuando me disponía a realizar las atrasadas compras para los festejos de la noche, me encontré con la triste noticia.  Bruno Robledo, de 20 años, en grave estado luego de chocar con su moto contra un auto cerca de la 1.30 del 31 de diciembre en la esquina de Corrientes y Jujuy. Los caprichos de la historia quisieron que el nuevo accidente fuera a escasas cuadras del que casi le cuesta la vida a Santiago unos días antes. No estoy seguro que Bruno haya sido uno de esos motociclistas que me crucé en esa madrugada, pero no sería descabellado que lo sea. Ahora también lucha por su vida en la terapia intensiva del nuevo hospital, ojala corra la misma suerte que Santiago.

Bruno y Santiago son solo dos nombres de pibes de 20 y de 16 años respectivamente que son una muestra de otros tantos de edades parecidas que sufren cotidianamente accidentes en las calles de Venado. En este caso con claras diferencias, uno se conducía en su moto, el otro fue atropellado por un motociclista, pero de todos modos ambos son víctimas. Dos pibes con deseos, con sueños, con proyectos, con familiares y amigos que los aman. Con una larga vida por delante. El Estado tiene la obligación de protegerlos, el Estado por inacción u omisión (o en todo caso por acciones que no cumplen con su objetivo) es responsable del caos de motos en la ciudad.

Ver nota colectiva anteriorAnálisis: Venado sin casco. A la vista de todos…. y de nadie

Mensaje aparte para integrantes del Ejecutivo y del Concejo: quizás sea hora de dictar la emergencia en seguridad vial en nuestra ciudad y hacer algo contundente para cambiar esta realidad.  No podemos seguir corriendo el riesgo de perder más pibes de esta manera.
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