Columnista invitadoA propósito del caso Lourdes: Complejidades

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Por Verónica Fernández (Miembro del IOM2 Venado Tuerto. Grupo en formación)

Es preciso situar este fatal acontecimiento como un signo de la época y el lugar donde habitamos.

No son sólo los jóvenes, también los adultos y los niños son parte de una civilización que se orienta por la posibilidad de gozar cada día, un poco más. Se terminó la cultura del sacrificio y, a la caída de los ideales,  responde la elevación del goce.

Un problema exige solución, pero las cuestiones de la vida merecen ser sostenidas abiertamente.  Planteadas y replanteadas. Cuestiones tan humanas como el sufrimiento y su evasión, el consumo de los jóvenes para ser parte de un grupo, el poco valor que toma la vida en esta época capitalista, la articulación de la autoridad y el destino familiar y social de la misma.

Es  mucho más complejo; no simplifiquemos. Cuando simplificamos,  la vida se empobrece y se tiñe de blanco y negro.

¿No es fácilmente constatable que en muchas casas hay al menos una o dos personas medicadas con psicofármacos? ¿No es también habitual que se desee hoy evitar hasta la angustia y desazón normales de cualquier duelo por pérdidas o separaciones? ¿No habla esto claramente de una tendencia a renegar de la angustia y el malestar?

Al respecto Eric Laurent sostuvo: “Hay una tendencia a pensar que para volver a obtener una cierta calma en la civilización se necesita multiplicar las prohibiciones, que la tolerancia cero es muy importante para restaurar un orden firme, que la gente tenga el temor de la ley para luchar contra sus malas costumbres. Los analistas, frente a esta restauración de la ley moral, saben que toda moral comporta un revés, que es un empuje superyoico a la transgresión. Precisamente, la idea de los analistas en su experiencia clínica es que saben que cuando la ley se presenta sólo como prohibición, incluso prohibición feroz, provoca un empuje feroz, sea a la autodestrucción, sea a la destrucción del otro que viene sólo a prohibir.”

Para luego agregar: “Hay que autorizar a los sujetos a respetarse a sí mismos, no sólo a pensarse como los que tienen que padecer la interdicción, sino que puedan reconocerse en la civilización. Esto implica no abandonarlos, hablarles más allá de la prohibición, hablar a estos jóvenes que tienen estas dificultades para que puedan soportar una ley que prohíbe pero que autoriza también otras cosas. Hay que hablarles de una manera tal que no sean sólo sujetos que tienen que entrar en estos discursos de manera autoritaria, porque si se hace esto se va a provocar una reacción fuerte con síntomas sociales que van a manifestar la presencia de la muerte“. 1

Por lo tanto, hoy es desafío y responsabilidad inventar un discurso que aloje a los jóvenes y no que intente taponar síntomas que molestan; esa función se la dejamos a  los amos del orden y la seguridad.

1Eric Laurent. “Cómo criar a los niños”. 3/6/07. Diario La Nación.

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