En medio de un duro contexto nacional, los asesores de imagen presidenciales postaron fotos y videos por las redes sociales en los que se ve al jefe de Estado utilizando el dispositivo de moda: “el fidget spinner”. Se trata de un pequeño bolillero al que se le adosan apéndices para “timonearlo” con los dedos, generando una suerte de satisfacción autística en su usuario.
El Buenos Aires se consigue por 200 pesos, en sus versiones económicas, y más de 300 en el caso del original bajo marca estadounidense (en el país del norte, lugar de origen, la primera marca cuesta 7 pesos).
Ferrerteros y vendedores de rodamientos de la ciudad afirman ser consultados varias veces al día por bolilleros de pequeñas dimensiones para poder fabricar de manera casera el spinner.
La versión más común de este sencillo dispositivo tiene tres puntas con un centro giratorio cada una, y a su vez rota a gran velocidad sobre un eje que se sostiene con la mano.
Sus diversos colores y figuras los hacen crear atractivos efectos visuales. Incluso los hay que brillan en la oscuridad.
Pero este juguete ni siquiera es nuevo: fue inventado hace un par de décadas y su propósito era ayudar a niños con autismo o trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) con la ansiedad.
De hecho, las cajas de estos juguetes lo promocionan así, como un producto infantil contra el estrés.
“Estadista”
“Me prestaron un spinner”, publicó la cuenta de Instagram del mandatario, junto a un video de Macri jugando con el popular dispositivo (no se trata de un juguete, porque el juego implica interacción y uso de la imaginación). Increíblemente, a pesar de la banalidad del hecho, tres horas, alrededor de 80 mil personas habían visto el video.
Girar, girar y girar. Eso es de lo que trata este simple y pequeño juguete. Según fuentes oficiales, la idea de que Mauricio Macri se muestre siempre asociado a modas y demás eventos y objetos populares es parte de la política de imagen desarrollada por el asesor ecuatoriano Jaime Durán Barba.
Se trata sin embargo de una lectura equivocada por parte de los asesores de imagen, que “pegan” a sus candidatos o dirigentes a eventos y objetos de moda y esperar un efecto positivo directo sobre aquellos electores que tienen una opinión positiva sobre esos eventos y objetos. En realidad, un ciudadano o votante adquiere una mirada ”positiva” sobre un candidato no asociada de manera directa a este tipo de acciones aisladas, pues la “imagen” de un candidato depende de percepciones y expectativas significativas que pre-existen a cada caso de propaganda, y de temas relacionados con esas percepciones, no de cuestiones aisladas. De hecho, el constante intento de un dirigente o candidato de asociarse a aquello que eventualmente es “medido” como positivo suele asociarse a mero oportunismo, por su falta de relación con un contexto significativo previo.